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Capos bajo presión: La gastritis acompañó la caída de Fito y Pablo Escobar

Fito y Escobar, dos capos de distinta época y país, compartieron una dolencia común

Fito, el criminal más buscado del Ecuador, y Pablo Escobar, el narcotraficante más temido de América Latina, compartieron más que sus prontuarios: ambos padecían gastritis en sus últimos días como fugitivos. José Adolfo Macías Villamar fue localizado gracias a un descuido vinculado a su tratamiento médico. Mientras que el colombiano, acorralado por el dolor físico y emocional, perdió toda precaución al comunicarse con su familia, lo que permitió rastrearlo en Medellín. Ambos fueron encontrados con barba crecida, cabello sin cortar, abdomen abultado y síntomas de deterioro físico asociados al estrés y la enfermedad.

En el caso de Fito, su captura fue posible gracias a una medicina que levantó las sospechas de los agentes que allanaron una lujosa vivienda en un barrio pobre de Montecristi, Manabí. Aunque la casa ya había sido intervenida meses atrás, esta vez se detectó algo inusual: los medicamentos para la gastritis del líder de Los Choneros estaban fuera de su habitación blindada, lo que alertó a las autoridades de su posible presencia en el lugar.

Según contó el ministro del Interior, John Reimberg, durante su participación en el programa Visionarias. Agregó que Fito padecía un problema serio de gastritis y tomaba medicamentos específicos, información que ya estaba en conocimiento de las fuerzas de seguridad. Durante el operativo, una niña de tres años, hija de Fito, exclamó al ver a los militares: “Avísenle a mi papá”, confirmando la sospecha de su escondite.

El 25 de junio, el Bloque de Seguridad detectó un sembrío irregular detrás de la casa y ordenó excavar con maquinaria pesada. Bajo tierra, descubrieron un búnker donde se encontraba el capo ecuatoriano. Al sentir que su escondite colapsaría, Fito abrió la escotilla y se entregó.

La captura de Fito se dio a tres meses de su cumpleaños número 46. Recordemos que hace tres años festejó a lo grande en la cárcel Regional de Guayaquil.

En su cumpleaños

En contraste, Pablo Escobar no fue delatado por la gastritis, pero la enfermedad fue parte de su ocaso. En los días previos a su muerte, el capo del Cartel de Medellín sufría de dolores estomacales, estrés elevado e insomnio. El 1 de diciembre de 1993, día de su cumpleaños, habló por teléfono durante varios minutos con sus hijos Juan Pablo y Manuela. Esa llamada permitió que las autoridades rastrearan su ubicación y lo abatieran al día siguiente.

Lo que Escobar no sabía era que un avión espía, desplegado por la CIA, sobrevolaba su zona y había delimitado un perímetro de dos manzanas donde se presumía que el capo se escondía. Su conversación desesperada con su hijo fue el anzuelo final. Mientras hablaba más de la cuenta, los Pepes y el Bloque de Búsqueda irrumpían en la casa del barrio Los Olivos. Minutos después, un disparo en el tejado ponía fin a su vida. Las imágenes de su cuerpo, con los pies descalzos, abdomen prominente y barba espesa, fueron vistas por toda Colombia en televisión abierta.

Fito y Escobar fueron hombres marcados por la violencia, el poder y finalmente por el deterioro físico. Aunque uno fue traicionado por una medicina y otro por una llamada, ambos reflejan cómo el cuerpo también se convierte en un enemigo cuando el imperio se desmorona.

Desde Montecristi hasta Medellín, la caída de estos capos estuvo acompañada de encierro, presión y una dolencia común: la gastritis. Un espejo clínico que une a dos líderes del crimen organizado de distintas generaciones y países.

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