A los 19 años, Alejandro Stahoski era un joven estudiante en Posadas, Argentina, con una vida común. Un simple afeitado de su barba reveló una protuberancia bajo su mentón que cambiaría su destino para siempre.
Tras semanas de estudios, el diagnóstico llegó con crudeza: linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer hematológico.
El impacto fue profundo, pero Alejandro no tardó en tomar una decisión: enfrentaría la enfermedad con todas sus fuerzas.
Durante ocho meses recibió quimioterapia con el objetivo de someterse a un trasplante de médula ósea. Fue entonces cuando un consejo médico le cambió la perspectiva: “Golpéalo donde más le duele: con tu felicidad y tu vida activa”. Desde entonces, el deporte, la cocina y el estudio se convirtieron en sus armas.
Su cáncer regresó:
Pese a un exitoso primer trasplante, en 2010 el cáncer regresó. Alejandro había recibido múltiples tratamientos sin lograr una remisión duradera. Aun así, no se detuvo: terminó su carrera universitaria, se formó como cocinero profesional y se volvió un defensor de la donación de médula.
Su caso se volvió clínicamente atípico, resistente a medicamentos comunes. En una etapa crítica, fue derivado a Posadas con pocas opciones terapéuticas. Allí, un fármaco experimental para cáncer hepático le generó una parálisis parcial. Con determinación, suspendió el tratamiento y en 48 horas recuperó movilidad. Luego vino un segundo trasplante, clave para una etapa de mayor normalidad.
Durante su recuperación conoció a Yessica, quien se convirtió en su compañera incondicional, incluso en los momentos más inciertos. Con ella formó una familia y nació Sofía Milagros, su hija de dos años, a quien define como “el premio de la vida”.
Alejandro también encontró en el deporte una fuente de motivación: participó en campeonatos nacionales e internacionales de personas trasplantadas, representando a Misiones con orgullo.
Hoy, a sus 38 años, continúa en tratamiento tras una nueva recaída, pero con el mismo espíritu firme. “Sueño con escuchar que ganamos, que ya está. Pero no cambiaría nada. Soy quien soy gracias a este camino”, afirma con convicción.
Su historia es un testimonio de resistencia, amor, propósito y fe inquebrantable en la vida.