Del horizonte de edificios y balcones al mar ya sólo quedan ruinas y lágrimas. Pedernales, una ciudad costera de la provincia de Manabí, es el lugar más cercano al epicentro del peor terremoto que ha sufrido Ecuador desde 1979. El sábado por la noche, los ladrillos del Hotel Pedernales se convirtieron en cuestión de segundos en un amasijo de escombros.
«El hotel es de mi tía. Muchos familiares viven allí. Se derrumbó entero. Mis primos, mi tía, todos quedaron atrapados», cuenta Javier, originario de Pedernales, con la voz entrecortada por la emoción.
Ya han pasado 48 horas desde entonces, pero familiares de las cuatro personas que se cree que ocupaban las instalaciones en ese momento siguen esperando un milagro. Según los protocolos internacionales, las primeras 72 horas para encontrar sobrevivientes son decisivas.
«No se han comunicado y tenemos la seguridad de que ellos están aquí porque el auto está atrás, en el parqueadero», dice Taco, con la mirada fija, triste, en los trabajos de rescate, a la luz eléctrica tras la caída del sol.
Los socorristas, entre los cuales hay 16 bomberos colombianos, trabajaron con un escáner detector de latidos de corazón, que en principio arrojaron señales de vida entre los desechos de columnas y placas de hierro y concreto.
El teniente Ricardo Méndez, comandante del equipo de bomberos, lo confirma: entre los restos del hotel, que colapsó por un apilamiento y que hizo un giro de 90 grados al precipitarse, se detectaron inicialmente señales de vida.
Tras los fallidos intentos por hacer contacto, el controlado y lento retiro de desechos sigue
