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Legado de Paúl Fonseca seguirá presente en los Años Viejos en Quito

Recordamos a Paúl Fonseca (+), el artista que convirtió los Años Viejos en memoria cultural en Quito.

Alegoría de Baltazar Ushca, ganadora del primer lugar del Concurso de Años Viejos 2024.
Alegoría de Baltazar Ushca, ganadora del primer lugar del Concurso de Años Viejos 2024. Su creador, Paúl Fonseca (+), a quien rendimos homenaje por su continua participación en el evento de Fin de Año. (Óscar Ayo)

Paúl Fonseca no solo construía monigotes. Construía memoria, identidad y una forma de entender el arte como un acto colectivo. Su nombre está ligado a las alegorías, a los Años Viejos y a una tradición que, año tras año, se resiste a desaparecer gracias al trabajo silencioso de artistas populares como él. A pocos meses de su fallecimiento, su familia y el mundo cultural quiteño lo recuerdan como uno de los creadores que dio sentido artístico y social a esta expresión profundamente ecuatoriana.

Paúl fue artista plástico, pero también fue arqueólogo y antropólogo, una combinación poco común que marcó profundamente su manera de crear. Su hermano Luis Fonseca lo describe como un artista integral, alguien que entendía el arte no solo desde lo estético, sino desde su valor cultural y simbólico.

Esa mirada antropológica le permitió comprender las tradiciones populares como parte de una superestructura social: espacios donde la comunidad se reconoce, se critica, se ríe y se expresa. Para Paúl, los Años Viejos no eran simples figuras, sino una forma de arte público que dialoga con la realidad política, social y cultural del país.

Las alegorías como arte público y social

A lo largo de su trayectoria, Paúl Fonseca participó en múltiples proyectos culturales. No solo fue un referente en la elaboración de Años Viejos, sino también en la creación de carros alegóricos para desfiles de las fiestas de Quito, mercados del sur de la ciudad e incluso trabajos para otras ciudades del país.


Como recuerda su hermano, Paúl era el creador intelectual: quien concebía la idea, definía los personajes, el mensaje y la narrativa detrás de cada alegoría.

Paúl Fonseca y el Concurso de Años Viejos de Metro Ecuador

El Concurso de Años Viejos, organizado por Metro Ecuador, fue uno de los escenarios donde Paúl dejó una huella importante. Participó durante varios años y obtuvo reconocimientos que lo consolidaron como un referente dentro de esta tradición.

Su trabajo destacaba no solo por la técnica, sino por la profundidad del mensaje y el respeto por la tradición.

Uno de sus trabajos más recordados fue el homenaje a Baltazar Ushca, conocido como el último hielero del Chimborazo, alegoría con la que ganó el primer lugar en 2024. Paúl lo conocía y quiso expresar un homenaje a la cultura popular y a los oficios ancestrales.

El legado que continúa: la voz de su hermano Luis

Tras la muerte de Paúl, su familia decidió continuar participando en el Concurso de Años Viejos como una forma de honrar su memoria. Para Luis Fonseca, esta continuidad no es un acto simbólico aislado, sino parte de una historia familiar profundamente ligada al arte y al compromiso social.

La madre de los Fonseca, además de contadora, fue artista y docente, incluso impartió clases de arte a mujeres privadas de libertad. Esa vocación social marcó a toda la familia y explica por qué su trabajo siempre estuvo vinculado al espacio público y a la comunidad.

Participar sin Paúl ha sido un desafío emocional, pero también una responsabilidad: mantener vivo el legado de quien entendía que las tradiciones, si no se sostienen, se pierden.

Mantener viva una tradición que es identidad

Para la familia Fonseca, los Años Viejos no deben quedarse anclados en el pasado. Su visión —compartida por Paúl— es que esta tradición debe coexistir con el desarrollo y los cambios de la sociedad. No se trata solo de conservar, sino de permitir que el arte popular siga siendo un espacio de expresión contemporánea.

Hoy, los Años Viejos ya no son exclusivos de Quito o Guayaquil. Ciudades como Tulcán también han adoptado esta forma de arte popular para expresar sus inquietudes colectivas. Ese crecimiento confirma lo que Paúl siempre defendió: que esta tradición es única, profundamente ecuatoriana y todavía tiene mucho que decir.

A través de cada alegoría, Paúl Fonseca sigue presente. En el cartón, la pintura y el fuego simbólico de fin de año, su legado permanece como un recordatorio de que el arte popular también es historia, memoria y cultura viva.

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