Desde primeras horas de este 24 de diciembre, Cuenca se transforma. El Centro Histórico se llena de peregrinos, trajes coloridos y rezos que anuncian el inicio del Pase del Niño Viajero, una tradición que marca la Navidad en la capital azuaya.
El inicio de una jornada multitudinaria
La celebración comenzó con la Eucaristía previa, que dio paso a una jornada de profunda devoción. La imagen del Niño Viajero convoca a miles de fieles que, año tras año, salen a las calles para expresar su fe y agradecimiento.
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Tradición, cultura y niñez
Uno de los sellos de esta procesión es la participación de niños y niñas, vestidos como personajes bíblicos y figuras de la religiosidad popular andina. Sus trajes, elaborados por las familias, reflejan el sincretismo cultural que caracteriza a Cuenca.
El Pase del Niño Viajero, declarado Patrimonio Cultural Nacional y parte del Patrimonio Inmaterial del Ecuador, no es solo una procesión. Es una manifestación viva que une barrios, generaciones e instituciones, reafirmando la identidad cuencana cada Navidad.
