El envenenamiento y muerte de dos menores en Bogotá, tras consumir frambuesas contaminadas con talio, ha destapado una trama inquietante que mantiene a las autoridades en máxima alerta. Las víctimas, Inés de Bedout y su amiga Emilia, estudiantes del Colegio Los Nogales, fallecieron el 5 y el 9 de abril pasado luego de presentar síntomas de intoxicación aguda. El domicilio que recibieron —frambuesas cubiertas de chocolate— parecía un simple obsequio, pero escondía una sustancia mortal que desencadenó una tragedia familiar.
El caso, que inició como una investigación por intoxicación, ahora apunta a un posible acto de venganza motivado por un conflicto pasional. La Fiscalía de Colombia señala como principal sospechosa a Zulma Guzmán Castro, una empresaria de 54 años que hoy es buscada mediante circular roja de Interpol. De acuerdo con la hipótesis de las autoridades, la mujer habría ejecutado un plan premeditado para atacar a la familia del empresario Juan de Bedout, padre de una de las menores fallecidas.
El caso que conmociona a bogotá
Las menores se encontraban en un apartamento del barrio Rosales, en el norte de Bogotá, cuando recibieron el domicilio el viernes 4 de abril. En el interior del paquete había frambuesas cubiertas de chocolate que, aparentemente, alguien les enviaba como regalo. Tras consumirlas, las adolescentes comenzaron a presentar síntomas compatibles con una intoxicación aguda.
Pese a la atención médica recibida, dos de las menores —de 13 y 14 años— no sobrevivieron. Otras dos niñas y un adulto también resultaron afectados, pero lograron recuperarse luego de varios días de hospitalización.
Investigan a Zulma Guzmán
Las primeras claves de la investigación surgieron a partir de las cámaras de seguridad del barrio Rosales, que registraron el paso del domiciliario en bicicleta que entregó el paquete. Al ser interrogado, el joven confirmó que recordaba la entrega y condujo a los investigadores hasta el edificio desde el cual —según él— recibió la instrucción de enviar las frambuesas: una torre ubicada cerca del parque de la 93.
Ese punto, al inicio apenas una referencia geográfica, terminó convirtiéndose en el hilo que llevó a la Fiscalía a indagar sobre el papel de Zulma Guzmán Castro. La Unidad Investigativa de EL TIEMPO reveló que la empresaria fue vinculada al caso gracias al testimonio del domiciliario y al rastreo de llamadas telefónicas, algunas realizadas desde Argentina, que la relacionarían con la coordinación del envío.
Las autoridades también identificaron que Guzmán adquirió dos paquetes de frambuesas: uno el 25 de marzo y otro el 26, este último entregado en una dirección cercana a la empresa de la sospechosa. Los análisis posteriores confirmaron que el alimento estaba contaminado con talio, un metal altamente tóxico.
Talio en la sangre y la hipótesis de un envenenamiento sistemático
El caso tomó un giro aún más perturbador cuando se conoció que otros miembros de la familia De Bedout también tenían rastros de talio en la sangre, pese a no haber estado en contacto con las frambuesas envenenadas.
El penalista Fabio Humar, abogado de la familia, explicó a EL TIEMPO que tanto Juan de Bedout como otro de sus hijos presentaron trazas de talio en los exámenes médicos. Esto alimenta la hipótesis de que el envenenamiento habría comenzado antes del envío del domicilio, posiblemente mediante otros mecanismos que la Fiscalía aún intenta esclarecer.
De confirmarse, el caso no solo se limitaría a un ataque puntual, sino a un posible envenenamiento sistemático contra el núcleo familiar.
Gps, cámaras y seguimientos: así habrían vigilado a la familia De Bedout
Este 9 de diciembre, Caracol Radio reveló nuevos detalles del accionar de la sospechosa. Según la emisora, en el expediente del caso constan registros que indicarían que Guzmán habría instalado un GPS en el vehículo de Juan de Bedout.
De acuerdo con lo expuesto por la periodista Vanessa de la Torre, la mujer se habría hecho pasar por una vendedora inmobiliaria interesada en un apartamento del edificio donde residía la familia. Con esa excusa habría ingresado al conjunto, bajado al parqueadero y, aprovechando un momento de descuido, colocado el dispositivo de rastreo en el carro del empresario.
El intento de instalar una cámara habría quedado al descubierto tras la revisión de las cámaras de seguridad del edificio por parte del vigilante. Estos antecedentes refuerzan la tesis de un seguimiento previo y constante sobre los movimientos de la familia.
¿Quién es Zulma Guzmán Castro?
Zulma Guzmán Castro, de 54 años, es economista, administradora de empresas y figura como representante legal de la compañía CAR-B S.A.S., dedicada al arrendamiento de vehículos. A lo largo de su trayectoria se ha movido en cargos de responsabilidad en el sector público y privado.
En un mensaje atribuido a ella y difundido a través de un grupo de WhatsApp, Guzmán asegura que no ha sido notificada formalmente por la Fiscalía sobre la investigación y niega haber huido del país. Afirma que reside en Argentina desde hace más de dos años, donde estaría cursando una maestría en periodismo.
“Envié un abogado amigo a preguntar, pues me llegó el chisme de que estaban hablando de mí. Al otro día, los medios me acusan y, sin más, ya ni para qué un juicio”, se lee en el texto que se le atribuye.
Pese a esas declaraciones, la Fiscalía colombiana solicitó circular roja de Interpol para localizarla y capturarla.
Cómo fue el atentado con frambuesas achocolatadas
De acuerdo con la reconstrucción de los hechos, las menores se encontraban reunidas con otros amigos en el apartamento de la familia De Bedout cuando recibieron el domicilio con las frambuesas cubiertas de chocolate. El pedido estaba dirigido a las adolescentes como un aparente obsequio.
Horas después de consumirlas, comenzaron los síntomas de intoxicación: malestar intenso, vómitos y complicaciones neurológicas. Pese a los esfuerzos médicos, dos de las menores murieron días después, mientras que otras dos niñas y un adulto lograron recuperarse.
La Fiscalía sostiene que el talio fue la sustancia utilizada para contaminar las frambuesas. Este metal, empleado en algunas industrias y catalogado como altamente tóxico, puede provocar daños severos en el sistema nervioso y otros órganos vitales.

