Carrie Lehtonen, de 31 años, llevaba una vida activa, cuidaba su alimentación y mantenía una rutina exigente en el trabajo. Todo parecía estar bajo control. Sin embargo, una salida de ciclismo en las Montañas Rocosas de Estados Unidos reveló una realidad inesperada: sufrió un infarto.
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De acuerdo con la American Heart Association, Carrie presentó síntomas como dolor en cuello y hombros, presión en el pecho y náuseas, que inicialmente se confundieron con estrés o molestias digestivas.
El error médico fue comprensible: a su edad y condición física, un ataque al corazón parecía improbable. Pero sus antecedentes familiares y un análisis de sangre revelaron lo contrario: un coágulo obstruía una arteria coronaria. Un cateterismo urgente le salvó la vida.
Carrie fue diagnosticada en 2019, y desde entonces transformó su vida. Pasó de ejecutiva perfeccionista a instructora de yoga y coach de bienestar, dedicada a educar a mujeres sobre los riesgos de enfermedades cardiovasculares.
Según datos de la American Heart Association, las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en mujeres en EE. UU. En muchas jóvenes, los síntomas se confunden con cuadros de estrés, lo que retrasa diagnósticos y tratamientos.
El mensaje es claro: conocer los antecedentes familiares, no minimizar los síntomas y escuchar al cuerpo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.