El calentamiento global preocupa al mundo científico y a los líderes que se han reunido en la cumbre del clima de la ONU COP26, que se realiza hasta el 12 de noviembre en Glasgow (Escocia).
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Sin embargo, quedan muchas dudas de cómo se cumplirán los compromisos expuestos. Para Ricardo Dueñas, expresidente de Pacto Global Ecuador, “las promesas están bien, pero se necesitan objetivos y metas claras de cómo enfrentar el cambio climático”.
¿Por qué es tan relevante esta cita climática?
En la COP21 (en 2015), Ban Ki-moon promovió una reunión con todos los líderes mundiales que terminó con la adopción del Acuerdo de París, el cual establece el marco global de lucha contra el cambio climático a partir de 2020. Esto, de la mano con el cumplimiento de la Agenda 2030 de la ONU.
En esa cita se decidió que a partir de 2020, los países más desarrollados y los que más se han beneficiado de la revolución industrial, puedan movilizar 100 mil millones de dólares por año hacia 2020, con el fin de apoyar a los países en desarrollo y avanzar hacia un futuro con bajas emisiones de carbono.
Esta promesa no se ha cumplido y ahora en Glasgow, según nuevas proyecciones, tampoco se podrá cumplir en este 2021 ni en el siguiente año.
¿Qué esperar entonces?
Aquí viene mi interrogante. Veo muy peligrosas estas promesas de lograr cero emisiones netas a futuro. Esto significa que deberían cambiar los hábitos en todo, por ejemplo, en el uso de recursos como agua, utilización de energías fósiles en transporte e industrias.
Al respecto, grandes potencias como Estados Unidos y Reino Unido ofrecen que hasta 2050 vamos a tener una economía descarbonizada y, lo que no se alcance, se compensará con compra de bonos verdes, sembrando arboles, desarrollando tecnología, entre otros mecanismos.
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Con estas declaraciones nos venden una idea de que sí están comprometidos para bajar la preocupación, pero en el corto plazo este mensaje debería estar estar acompañado de acciones a corto plazo, pero no se ha planteado nada en concreto.
¿Qué pasará con la Declaratoria?
Para el tema de calentamiento global, el 90% de los países que firmen la Declaratoria de esta COP26 son irrelevantes, porque las mayores emisiones están en los países industrializados, como EE.UU., Japón o China, quienes no suscriben el acuerdo de bajar el consumo de carbón al tener sus economías e intereses basados en este recurso.
¿Qué papel tendría Ecuador?
Ecuador se presentó en Glasgow sin una estrategia clara. En el país existen algunas iniciativas pero aún son muy superficiales, porque no tenemos campañas de cambio de hábitos y descarbonización de la economía.
Para esta cita se esperaría que exista una agenda consensuada entre la política publica y el sector privado, la cual no existe. Los últimos cuatro años han sido nefastos, desorganizados, y pongo un ejemplo: Ecuador llegaba al Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible para reportar los avances en el cumplimiento de la Agenda 2030, y dos meses antes solicitaba a la empresa privada información sobre las actividades que se han realizado y con eso armaban el reporte, sin KPIs, sin metas. Espero que la situación cambie con este gobierno.
Cuando fui presidente de Pacto Global Ecuador, por dos periodos, buscamos acercamientos con el gobierno anterior, pero no para perder el tiempo. Lo mismo ocurre en Glasgow, donde el problema es cómo aterrizar las declaraciones a la realidad, es decir, definir cómo puede aportar cada país.
En el caso de Ecuador, con el anuncio de ampliar el espacio de la reserva marina de las islas Galápagos, de 133.000 kilómetros cuadrados a 193.000 kilómetros cuadrados, me quedan datos sueltos. Habría que ver si dentro del derecho internacional esta decisión unilateral es viable y si los otros países la van a respetar.
¿Cuáles son las consecuencias de no lograr acuerdos reales?
Un hecho fundamental es que los países que participaron en la COP21 se comprometieron a que en el 2030, el calentamiento global no superaría el techo de 1,5º Celsius. Para que eso suceda, las emisiones de gases de efecto invernadero deberían bajar en un 45% hasta ese año, pero hasta ahora, el planeta ya registra 1,1ºC.
A ello se suma el agravante de que América Latina se está sobrecalentando en mayor medida. En la Amazonía de Venezuela, Colombia, y en las Guyanas, se está enfrentando sequías importantes; de su lado, en los Andes, somos testigos de deshielos de los glaciares. Esto produce una subida del agua en los océanos, provocando inundaciones, incendios forestales y extinción de especies.
Si no se hace algo en concreto, vamos a tener calor extremo. Si se sube más de 1,5ºC y se llega a más de 2ºC hasta el 2030, el calor extremo afectará a 1.500 millones de personas, sobretodo en las zonas costeras donde vive más del 70% de habitantes a nivel global. Esto producirá una ola migratoria de refugiados climáticos, afectando a los más pobres, generando más pobreza y dificultades en obtención de alimentos y en salud pública si no se cuenta con una infraestructura de saneamiento, manejo de desechos etc.
La escasez de agua podría afectar a 411 millones de personas adicionales. Con 1,5ºC, entre el 70 al 90% de los arrecifes de coral se extinguiría y con un 2ºC, el 99,9% de ellos van a desaparecer. De igual forma, con 1,5ºC se perdería un 4% más de especies vertebradas y con un 2ºC sería el 8%. En plantas, 8% y el 16% de las especies botánicas, respectivamente. Esto nos hace ver los graves efectos que se pueden producir.
Para evitar este panorama, lo que falta es un gran acuerdo entre todos los países y hacerlo más pragmático. Está bien realizar una promesa, pero si se van a cumplir con objetivos de corto plazo. Sería mucho más interesante contar con propuestas más claras y aterrizar en soluciones prácticas y concretas. De lo contrario, nos volcaría a un proceso de deterioro y extinción que no se asemejaría a procesos anteriores.
En este siglo, el ritmo en el que se está calentando el planeta no tiene comparación. En 100 años estamos destruyendo nuestro planeta, algo que no había pasado en milenios.