Este mes se conmemora el Día Mundial de la Alimentación. La ONU envía un mensaje contundente: la sociedad debe trabajar “en conjunto por una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor ambiente, una vida mejor y sin dejar a nadie atrás”. En ese sentido, el trabajo desde la producción y la nutrición de cultivos toman un rol clave donde el agricultor es el protagonista.
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Gracias a su labor se logró mantener la seguridad alimentaria durante la pandemia, y los ecuatorianos pudieron acceder a alimentos saludables. En economía, él es responsable del 8% del PIB nacional y, en el campo de sembrar en los 4,3 millones de hectáreas cultivadas que tiene Ecuador. A su vez, los agricultores deben ser sostenibles y obtener alimentos ricos en nutrientes para suplir la demanda de toda la población ecuatoriana. Lo que enlaza con la meta común de la ONU: crear un futuro mejor para todos, uno más sostenible y equitativo para las generaciones presentes y futuras.
Tercera generación cultivando el futuro
Heitel Lozano Morocho es un productor muy joven de arroz de la provincia costera y calurosa de Guayas. Su sueño es continuar con lo que empezó su abuelo, seguir cultivando el mejor arroz del cantón Santa Lucía. A sus 20 años ya tiene como meta ser un gran ingeniero agrónomo. Ahora cursa el primer año.
Él desde pequeño ha sido testigo de cómo su abuelo y su padre han crecido con la actividad agrícola, desde cuando tenían 10 hectáreas, hasta hoy que tienen 400. ¿Por qué estudia? Porque quiere aplicar la tecnología y la innovación en toda la siembra para obtener la mejor cosecha, contribuir a su familia y a la economía del país. Ha visto cómo las soluciones nutricionales fortalecen sus cultivos. “Los cambios que he podido presenciar en fertilización, cosecha y productividad han sido radicales. Antes, en la época de mi abuelo, todas las actividades agrícolas eran a mano; los cortes de espiga y la cosecha. Cuando era un niño pude ver como mi padre fue cambiando e innovando esas prácticas agrícolas en nuestra finca, hoy en día usamos máquinas pequeñas, fáciles de transportar que nos ayudan a cuidar el cultivo”, cuenta Heitel.
Adriana tiene la fuerza de renacer
Es manabita y tiene 27 años. Con su familia, desde hace tres generaciones, han tomado decisiones drásticas para enfrentar los problemas. Es una mujer fuerte como el roble. En principio, cuando su abuelo empezó con sembríos, cultivaban sandía, algodón y maíz. Adriana decidió estudiar y conocer porqué sus sembríos no dejaban ver ganancias. Y esa decisión fue trascendental. A partir de entonces entendió que reciclar semillas no era óptimo, por ejemplo. Se decidió por sembrar maíz con semillas certificadas.
“A través de los ingenieros de Yara, que capacitan permanentemente a los agricultores en la zona, evidencié que el uso de fertilizantes basados en nitratos da mejores resultados en el cultivo. Por ejemplo, en la época de mis abuelos, los rendimientos oscilaban entre las 2,27 toneladas por hectárea. Ahora los rendimientos son de 8,17 a 9,1 tonelada por hectárea”, expresa Adriana.
Esta mujer de hierro ayuda a otras, es una inspiración para ellas. “Actualmente pertenezco a la organización Amucomt, Asociación de mujeres comunitarias del cantón Tosagua, ubicado en la provincia de Manabí. Lidero a un grupo de mujeres productoras en donde nos dedicamos a las actividades agrícolas en campo, específicamente realizamos trabajo de siembra y fertilización de menor esfuerzo físico, en el cultivo de maíz”.
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Banano de cuarta generación
Jorge Valle Torres es la cuarta generación de productores agrícolas. A sus 23 años ya es un graduado de una prestigiosa escuela agrícola de Latinoamérica. Su bisabuelo empezó este amor por el trabajo en la tierra, por producirla, por venerarla y recibir de ella las mejores y diversas cosechas. Pero fue su padre quien desarrollo más el área agrícola expandiendo las tierras y manejando especialmente el cultivo de banano.
Jorge la tiene clara sus prioridades: su familia y la tierra son su inspiración, y quiere cuidarlos con su compromiso de educarse cada vez más. “Es mi deber apoyar a mi familia y ayudarlos a crecer. Poco a poco me he ido involucrando más en cada una de las actividades de mi padre, aprendiendo de todo desde el campo hasta el procesamiento de la fruta en la empacadora. La necesidad imperiosa de ser más rentables nos ha obligado a tomar algunas iniciativas, dentro de las cuales reducir costos de producción. Formar una empresa de agroquímicos y de transporte nos benefició mucho para lograr este objetivo. Sin embargo, para optimizar al máximo los recursos y aumentar nuestra productividad me he visto forzado a seguir estudiando y formarme más. Mi pasión por la investigación me llevo a publicar un artículo en una revista especializada y a continuar una maestría de administración de agronegocios sostenibles”, cuenta Jorge sobre su presente y futuro.
El niño que ama la tierra
Fabián, desde los vastos cafetales, recuerda su primera infancia, cuando cumplió 6 años. Rememora cuando, de la mano de sus abuelos, veía cómo la tierra era pródiga, que les daba todo. Con el paso de los años, hoy ya con 24 años, y con escasos meses para titularse como ingeniero agropecuario, sostiene con más fuerza aquel agradecimiento. Esa idea lo guía y lo sigue inspirando.
Su padre es un productor maicero reconocido en Manabí y su espíritu innovador lo ha empujado a que su familia, incluido Fabián, busquen las mejores formas de sembrar y cultivar para obtener los buenos resultados. Todo el tiempo están ensayando nuevas maneras de nutrir los cultivos sin afectar el suelo.
“Mi objetivo es convertirme en un referente de la agricultura de nuestra zona, siendo un ejemplo por las acciones más no por las palabras, en donde pueda lograr incentivar las ganas de los jóvenes productores en mejorar cada día nuestros campos, volver a ser de la zona sur de Manabí una elite de la agricultura en el Ecuador, sin olvidar el cuidado de nuestro planeta”, se plantea Fabián para su presente y futuro.
Son precisamente todas estas experiencias las que robustecen al sector y encaminan a tener un mundo mejor alimentado, con acceso y sin exclusiones, para continuar produciendo alimentos para abastecer a una población en crecimiento que demanda alimentos de calidad.