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Novena de Navidad Día 9: Jesús, Dios envuelto en pañales, príncipe de la paz

Novena de Navidad Día 9: oración final y reflexión para celebrar con alegría el nacimiento del Niño Jesús.

Novena de Navidad Día 9
Novena de Navidad Día 9 (IA Metro Ecuador)

Monición:

Queridos Hermanos: Hemos llegado al último día de nuestra Novena, muchos personajes nos han acompañado durante estos días. Pero hoy llegamos al personaje fundamental de la Navidad: Jesús.

Dios nos ha dado a su Hijo como la mejor expresión de su amor y de su ternura. Su salvación ha llegado como el sol de justicia que baja de lo alto. Llegamos a Belén con el deseo de encontrar la paz que tanto anhelamos y con la esperanza de contemplar al Niño Dios envuelto en pañales.

¡Gracias a todos quienes han vivido cada día de esta novena con fe y esperanza! Alegrémonos porque Jesús viene a nosotros para redimirnos. Digamos juntos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Escuchemos la Palabra

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-14

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.


Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, Que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Palabra del Señor.


Reflexionemos

Dios envuelto en pañales, Príncipe de la paz

El Hijo eterno de Dios ha nacido en el tiempo y en un lugar preciso, Belén de Judá. Este es el corazón de nuestra fe: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). No estamos ante una fábula o un cuento, sino ante el nacimiento del Salvador del mundo. San Lucas nos narra que el Niño fue envuelto en pañales por su Madre: el encuentro de la gloria divina con la fragilidad humana. La humildad de Dios que necesitó del cuidado y protección de una madre. Los pañales son el signo de “la pobreza de Dios”. En efecto, San Pablo nos dice que Jesucristo “siendo rico, se hizo pobre por ustedes para enriquecerlos con su pobreza” (2 Cor 8, 9). Jesús entró en nuestra historia con humildad, fragilidad y pobreza que no excluyen a nadie; y al mismo tiempo, no permite que nadie se pierda porque Él es la Vida y la Luz de los hombres (cf Jn 1, 4).

Cristo, al entrar en este mundo, corrió el riesgo de ser rechazado por los suyos, pero a quienes le recibieron «les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn 1,12): He aquí nuestra verdadera riqueza. Dios abre, y siempre abrirá, un futuro de esperanza, allí, donde parece que las tinieblas del mal se han apoderado de la humanidad. La respuesta de Dios a cada situación de su pueblo es Él mismo: Jesús, su hijo. Él es el hoy del hombre, es su futuro, y es su única esperanza.

La espera ha terminado: ¡Es Navidad! Es la gran noche de Dios. Esta es la hora en que el Príncipe de la Paz envuelto en pañales ha nacido. Él ya está en medio de nosotros. Contemplemos cómo su tierna mirada ahuyenta las tinieblas del odio y de la guerra. Tal como los pastores de Belén, volvamos “glorificando y alabando a Dios” (Lc 2, 20) por todo lo que hemos visto, oído y compartido en estos días de Novena y en esta Noche Buena. ¡Feliz Navidad!

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