Estilo de Vida

Novena de Navidad Día 7: El pesebre, cuna de hospitalidad

Novena de Navidad Día 7 con oración y reflexión centrada en la esperanza cristiana y la preparación al nacimiento del Salvador.

Novena de Navidad Día 7
Novena de Navidad Día 7 (Cortesía)

Monición:

Queridos Hermanos: Bienvenidos a nuestra Novena que hoy pone su atención en el lugar donde nació Jesús, aquel pesebre que acogió a María y a José para que pueda nacer el Salvador: “entre pajas y el heno…”.

El pesebre es el lugar sencillo y olvidado, que recibe a Jesús que viene a traernos la vida en abundancia. Dios nos habla en medio de lo inesperado y de lo sorprendente.

Belén es la “Casa del pan” donde se vive en humildad, en pobreza y en sencillez. Con la alegría de mirar el pesebre y reconocer con asombro la acción de Dios, imploremos juntos el don de la paz diciendo: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Escuchemos la Palabra

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 1-7

Por aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, que ordenaba hacer un censo de todo el imperio. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno en su propia ciudad; así es que también José, perteneciente a la casa y familia de David, se dirigió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén, para empadronarse, juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.


Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.

Palabra del Señor.


Reflexionemos

El pesebre: cuna de hospitalidad

Las ciudades nacen como lugares de encuentro e intercambio, pero también se han desarrollado como centros de poder. En el tiempo del nacimiento de Jesús, Jerusalén era una gran ciudad y a su alrededor existían pequeñas aldeas que no gozaban de todos los privilegios y derechos elementales. Una de esas localidades fue Belén, que no dio posada a una familia migrante.

Ahí no hubo un lugar digno para dar a luz al Salvador del mundo, pero Dios no se resigna ante las puertas cerradas de los hombres. Dios avanza, jamás se detiene y sabe convertir los ambientes “no humanos”, en nuevos inicios de fe. Por eso, en un pequeño pesebre, y en la hora más oscura de la noche, nació el Salvador del mundo. Belén dejó de ser una periferia geográfica y existencial para convertirse en la “casa del pan”, en la nueva y definitiva tierra de encuentro, paz y hospitalidad entre el cielo y la tierra. La pequeña casa de pan se convirtió en la gran casa de Dios donde todos pueden entrar, ver y adorar al Niño indefenso que fue envuelto en pañales por su madre María.

Hoy, vivimos nuevas maneras de exclusión y hay muchas puertas cerradas. Pero Dios no se cansa de amarnos. Una nueva Navidad se acerca. Nada ni nadie la podrá detener. Las tinieblas quedarán completamente iluminadas por el mismo Sol que nace de lo alto.

Pidamos la gracia de tener el corazón abierto para recibir al Señor en la fe, en la caridad y en «la esperanza que no defrauda» (Rom 5, 5); y ser más hospitalarios para con todos.

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