Monición
Queridos Hermanos: Hoy la luz de la Estrella de Belén ilumina nuestra vida para llevarnos por el camino de la paz.
En este cuarto día de nuestra Novena de Navidad estamos invitados a descubrir la presencia del Niño Jesús guiados por la estrella que dirigió a los reyes magos hasta el pesebre.
La estrella es nuestro personaje de hoy, representa la luz de la Verdad que guía nuestra vida y como creyentes que somos podemos decir: “hemos visto su estrella y venimos a adorarle”.
Con la alegría de sentir que somos portadores de paz y guiados por la estrella, iniciamos diciendo: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Escuchemos la Palabra
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay del niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
La estrella: el sagrario de la verdad
San Mateo nos presenta la estrella de Belén que guió a los magos de Oriente en su gran búsqueda del Rey de los judíos. En Jerusalén se conocía mucho sobre la llegada del Salvador, pero esa información no era suficiente para encontrarse con Dios, si el corazón está lleno de maldad, superioridad, hipocresía, odio y muerte.
El resplandor de la estrella no quitó las dificultades del camino de los magos que, por un momento, se perdieron entre tantas “luces” de la ciudad. Sin embargo, la luz de la Verdad dirige el corazón de los buenos a seguir buscando a Dios en la fidelidad de su camino, aunque sea de noche. Y es esa misma luz que, en cambio, descubre las malas intenciones de los malos. Así, el camino de la mentira, aunque parezca fácil y adulador nunca nos llevará al encuentro con Dios. Sólo el camino de la Verdad y la fidelidad radical a esa Verdad, tarde o temprano, nos conducirá al gran encuentro con Jesús que es la Verdad total de Dios y del hombre, en la cual podemos fiarnos plenamente.
También hoy, vivimos experiencias de enfrentamientos sociales, campañas de desprestigio, desconfianza, manipulación, difamación, violencia y muerte. En medio de esta noche, la luz de la Estrella, la luz de la Palabra de Dios, sigue iluminado con más fuerza nuestro cielo para “guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,79).
En este día de Novena pidamos la gracia de seguir preparándonos para buscar al Niño Dios, encontrarlo, adorarlo, y ofrecerle el oro de nuestra fe, el incienso de nuestra esperanza y la mirra de nuestras buenas obras. Dejemos que la dulce luz de su mirada, transfigure nuestra vida, y que nuestro corazón se convierta en un pequeño sagrario vivo de la Verdad.

