Dormir y quedarse todo el día en la cama por 18 mil dólares. Un trabajo que suena sencillo. ¿Quieres hacerlo? NASA ha pagado esa cifra en los últimos años.
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El objetivo de la agencia espacial estadounidense es analizar los entornos de microgravedad en el cuerpo humano. Y, como recuerda AFP, es un estudio que se ha venido realizando desde 1960.
El requisito principal es estar sano, limpio de cualquier droga, de consumo de alcohol, nicotina o cafeína. Con un peso acorde con la estatura y sin problemas del corazón u otras partes del cuerpo.
Para el estudio, los sujetos estudiados pasan días tumbados en la cama, con NASA evaluando cómo son los efectos. Uno de los ejemplos más recordados es el de Andrew Iwanicki, que en 2014 estuvo 70 días seguidos recostado, por los que recibió 18 mil dólares.
La investigación de 2014 se llamó CFT 70: Contramedidas y pruebas funcionales en el estudio de reposo en cama inclinado con la cabeza hacia abajo.
Tres años más tarde, como indica la AFP, NASA realizó un nuevo experimento, en el que 12 voluntarios fueron llamados a permanecer 30 días en reposo para estudiar la presión que sufren los ojos de los astronautas en las misiones espaciales.
Para 2019, otro estudio similar, pero con 60 días de duración y 24 voluntarios, pagando 19 mil dólares.
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Por los momentos se desconoce si en este tiempo se volverá a hacer el experimento, pero siempre hay que mantenerse atento.
Así es la experiencia de la NASA de quedarse en la cama por mucho dinero
Iwanicki contó a Next Shark cómo fue la experiencia de los 70 días en cama, recordando que no era muy agradable y que el pago se redujo a casi 17.800 dólares por 108 días en total, ya que habían períodos de descanso previos y posteriores al reposo absoluto.
Pero al final del año también tuvo que desembolsar 5 mil dólares en impuestos.
“Tenía un horario de sueño reglamentado”, señala Iwanicki. “Las luces se apagan a las 10:00 pm, se encienden a las 6:00 am. No se permiten siestas durante el día, que es una de las bromas más crueles sobre estar atrapado en la cama todo el día, sin poder dormir la siesta”.
Durante todo ese tiempo, el sujeto fue monitoreado a través de una cámara. El único momento privado que tenía era para orinar o defecar, y siempre mientras estuviera acostado.
Se bañaba en una cama de plástico, con un cabezal de ducha. Al menos esto podía hacerlo también solo.
Además contaba con un tiempo para ver su computadora portátil, pero con un soporte para sostenerla por encima de su cabeza. “Estaría acostado boca arriba y mirando la pantalla de mi computadora portátil; era bastante cómodo y conveniente”, recordó. “Pero después de usar la computadora durante un largo período de tiempo, sostenía los brazos en el aire, por lo que me dolían”.
Visitas reducidas, extremadamente reducidas
Las visitas se reducían a una sola vez en todo el tiempo, con interacciones físicas muy limitadas: apenas tocarse de las manos.
Comía alimentos de cafetería, con un dietista calculando las calorías para que no ganara ni perdiera peso durante el estudio.
“Vi esta loca oportunidad de hacer algo único en la vida, ganar una buena cantidad de dinero y también dar un paso atrás y reflexionar sobre cuál quería que fuera mi próximo paso”.
— Andrew Iwanicki
A Iwanicki le daban 30 minutos para apoyarse sobre las manos y los codos, y le permitían extender los brazos por encima de la cabeza. “Eran súper estrictos con las regulaciones”.
“Sabía que no iba a ser una experiencia agradable”, reconoció el sujeto al final, en otra entrevista con VICE, “pero también tenía un entendimiento tangible de que saldría con una nueva apreciación de mi vida normal”.
¿Estarías dispuesto a hacerlo?