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Chuzalongo: el director ecuatoriano Diego Ortuño lleva las leyendas del terror andino hasta los Oscar

Chuzalongo, la película ecuatoriana de terror que rescata leyendas andinas y busca llegar a los Oscar.

La realidad del cine ecuatoriano vuelve a abrirse paso en la escena internacional gracias a Diego Ortuño.
La realidad del cine ecuatoriano vuelve a abrirse paso en la escena internacional gracias a Diego Ortuño. Captura de pantalla de la película Chuzalongo.

La realidad del cine ecuatoriano vuelve a abrirse paso en la escena internacional gracias a Diego Ortuño, guionista y director ecuatoriano que apuesta por el cine de terror como vehículo cultural, identitario y narrativo. Su obra Chuzalongo, inspirada en una leyenda ancestral de la Sierra ecuatoriana, no solo ha recorrido festivales en América Latina, sino que hoy representa a Ecuador en el camino hacia los premios Oscar.

En diálogo con Metro Ecuador, Ortuño profundiza en los orígenes de su película, los desafíos de hacer cine en el país y la importancia de rescatar las leyendas tradicionales ecuatorianas para las nuevas generaciones.

¿De qué trata Chuzalongo y por qué nace desde una leyenda ecuatoriana?

Chuzalongo nace de una preocupación muy clara”, explica Ortuño. “Me di cuenta de que los jóvenes tienen muy poco acceso a las leyendas tradicionales del Ecuador”.

El director recuerda que el proyecto inició como un cortometraje de terror, inspirado en relatos sobre huacas y mitología andina. Tras presentarlo en varios espacios culturales, entendió que había una desconexión generacional con estas historias. Así surgió la idea de expandir el universo narrativo hacia un largometraje ecuatoriano de terror.


Para construir la historia, Ortuño realizó una investigación de campo en zonas de Cayambe y Otavalo, conversando con comunidades indígenas que consideran a Chuzalongo una figura real, transmitida por tradición oral. “Para nuestros abuelitos, estas historias no eran ficción”, afirma.

¿Cómo se construyó la atmósfera visual y cultural de la película Chuzalongo?

Uno de los mayores aciertos de Chuzalongo es su atmósfera. El director reconoce que gran parte del mérito recae en el departamento de arte y fotografía, liderado por talentos ecuatorianos e internacionales.

La producción contó con una coproducción con Perú, una directora de arte perteneciente a pueblos indígenas y la fotografía de Tupa Galarza, quien logró plasmar una estética oscura, orgánica y profundamente andina.

Las referencias cinematográficas fueron claras: Let Me In, El laberinto del fauno y la versión original de Nosferatu. Sin embargo, Ortuño aclara que el entorno también influyó. “Grabamos en una hacienda antigua llena de historias de fantasmas. Eso empuja la narrativa”.

El clima fue otro desafío. “Había escenas de sequía absoluta y de repente llovía. Tuvimos que adaptarnos constantemente”, recuerda. Esa capacidad de adaptación es, para él, una de las claves de hacer cine independiente en Ecuador.

Chuzalongo en festivales internacionales y su camino a los premios Oscar

El impacto de la película trascendió fronteras. En México, Chuzalongo participó en tres festivales y obtuvo dos premios. En Argentina, recibió el galardón a Mejor Monstruo, mientras que en Brasil el público encontró similitudes con sus propias leyendas.

“En México nos dijeron que parecía una película rulfiana. Eso fue muy potente”, relata Ortuño.

Actualmente, Chuzalongo representa a Ecuador en el proceso de selección para los premios Oscar, atravesando las rondas de votación de la Academia de Cine de Estados Unidos. “Sentir que algo nuestro está en ese espacio es una alegría enorme para todo el país”.

El terror ecuatoriano como cine de valor cultural

Para Ortuño, el cine de terror ecuatoriano no es un género menor. “Permite reflexionar sobre temas profundos mientras entretenemos”. Destaca que figuras como las diabladas pillareñas o leyendas como el Sacharún tienen un enorme potencial cinematográfico.

“Chuzalongo permite ver al Ecuador con otros ojos”, concluye. “Si después de verla la gente valora más nuestro país, entonces el cine ya cumplió su función”.

Con esta obra, Diego Ortuño no solo revitaliza el terror andino, sino que posiciona al cine ecuatoriano en una conversación global donde la identidad cultural se convierte en fortaleza.

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