En Letonia, la diferencia entre hombres y mujeres es tan visible como estructural. Por cada 100 hombres hay 116 mujeres, la mayor brecha de género de toda Europa. No se trata de una simple curiosidad estadística: en las calles de Riga, en las aulas y en los hogares, el desequilibrio se siente. “Las chicas más lindas están solas. Las inteligentes también. Y si sos las dos cosas... peor”, dijo una joven letona a la BBC. No exageraba: hay 995 mil mujeres frente a 862 mil hombres, y la distancia crece con la edad.

El origen de esta disparidad se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Las invasiones, las deportaciones y las pérdidas humanas redujeron drásticamente la población masculina. Luego, el periodo soviético consolidó la diferencia: los hombres se concentraron en trabajos duros, con más riesgos y menor expectativa de vida. Hoy, los letones viven en promedio 70 años, frente a los casi 80 de las mujeres. El alcoholismo y las enfermedades cardiovasculares hacen el resto.
El efecto social es profundo. Uno de cada tres hogares con hijos está a cargo de una madre sola, y la natalidad se desploma: 1,36 hijos por mujer. En los pueblos del interior, el envejecimiento se nota más: mujeres mayores, muchas viudas, viviendo solas.

Algunas buscan pareja fuera del país, a través de agencias y redes que conectan con extranjeros. No por exotismo, sino por falta de opciones locales. Letonia no tiene una política específica para revertir el desbalance, aunque impulsa programas de salud y campañas para reducir el consumo de alcohol.
El caso letón demuestra una paradoja global: donde faltan hombres o mujeres, el tejido social se tensa. En Letonia, la mayoría femenina no es solo una cifra; es una forma de vida.

