Lo que debía ser un acto simbólico de amor se convirtió en una experiencia aterradora. Quiniece Washburn, una madre estadounidense de 36 años, fue hospitalizada de emergencia y pasó dos semanas en cuidados intensivos tras desarrollar una grave infección bacteriana por un tatuaje.
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¿Cómo ocurrió el accidente?
La mujer decidió tatuarse el rostro de su hermano fallecido en la pantorrilla izquierda. Para ello pagó 350 dólares por el tatuaje. Aunque notó que el tatuador desempacó agujas nuevas frente a ella, desde la sesión experimentó molestias: ardor intenso y dolor al momento de limpiar la zona. Horas después, el tatuaje comenzó a filtrar tinta, seguido de una mezcla preocupante de sangre y pus amarilla, además de dolor creciente.
La situación empeoró rápidamente. Tras varias visitas médicas, terminó ingresada en la unidad de cuidados intensivos, donde recibió tratamiento con antibióticos intravenosos.
¿Cuál fue el diagnóstico?
Los médicos confirmaron que Washburn padecía celulitis bacteriana, una infección cutánea grave que puede provocar fiebre alta, escalofríos, entumecimiento, y dolor intenso.
Este tipo de infecciones, según especialistas, puede ser causada por bacterias como Staphylococcus o Streptococcus, y en casos extremos, derivar en fascitis necrosante o síndrome de shock tóxico.
El tratamiento duró más de dos semanas y dejó secuelas visibles: el tatuaje quedó deformado, con tejido cicatricial severo, una apariencia oscura y agrietada, y el rostro irreconocible. Los médicos le advirtieron que no debía retocar la zona por al menos un año.
¿Qué ocurrió con el tatuador?
El artista le devolvió el dinero y le ofreció una compensación adicional de 200 dólares. Tras el incidente, Washburn hizo un llamado a la prevención:
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“Le diría a la gente que observe a su tatuador y se asegure de que todo esté limpio”, declaró.
A partir de esta experiencia, recomienda supervisar minuciosamente cada paso del proceso, sin confiar únicamente en las apariencias del local o del profesional.
