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Avatar, el camino del agua: la invitación visual más bella para cuidar lo que nos queda

La película de James Cameron se supera en expandir el evocador mundo de Pandora hacia las fuentes de agua con una historia familiar y épica

Avatar el Camino del Agua

En 2010, la primera parte de Avatar revolucionó la ciencia ficción. No por presentar una clásica lucha, claro, entre alienígenas y humanos, algo en lo que James Cameron es experto, sino por presentar un mundo de una belleza tal, que incluso se creó un síndrome con el nombre de la película (Síndrome Post Avatar), al varias personas, parte de la audiencia, experimentar una enorme desazón, e incluso depresión por no ser parte del planeta Pandora, que mostraba una fantástica biodiversidad, luminiscencia y un preciosismo más allá de lo indescriptible. Y que en últimas, es el conflicto central de la película: una lucha entre la depredación humana y lo ancestral, que contrasta la explotación de recursos contra una vida que aboga por su valoración sagrada y conservación.

Todo podría sonar muy meme de Brad Pitt (sí, ese de los hippies) si precisamente no estuviésemos, ya doce años después, ahogándonos, asándonos, muriéndonos de frío repetidamente y sin distinción de zonas geográficas gracias al cambio climático, para comenzar.

Y aparte de las reincidentes noticias de inundaciones en varios países del mundo (sí, algo que era del Tercer Mundo ahora pasa también en Alemania, por ejemplo, y no se debe a falta de infraestructura, como suele suceder), las olas extremas de calor, huracanes e inviernos más mortíferos e impredecibles, hay datos escalofriantes.

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De hecho, según el último reporte del Banco Mundial, este fenómeno provocará el desplazamiento de 216 millones de personas para 2050, sin contar cómo cambiará la producción de alimentos, la distribución de riquezas, y por supuesto, también de los recursos. Y por supuesto, si se habla de las fuentes de agua, en las que hay una acidificación de los océanos, una explotación sin tregua de sus recursos (sobre todo, la caza indiscriminada y cruel de su fauna desde el siglo XVIII), y claramente, una contaminación que oscila entre la polución plástica, con las cinco islas de basura que manchan el Pacífico, el derrame de petróleo y otros químicos. En resumen: vamos para el abismo.

Lo peor es que para la segunda parte de Avatar los humanos ya están en él, hasta el fondo y sin salida. Por eso, a pesar de ser humillados en la primera película de manera muy merecida, vuelven porque estamos condenados. Los humanos quieren a toda costa nuevos recursos, un lugar dónde vivir e incluso la inmortalidad a costa de Pandora y los Na’ avi. Y Jake Sully (Sam Worthington), ya un líder revolucionario, con cuatro hijos a cuestas y un legado, no lo va a permitir. Pero, como pasa con toda lucha contra una poderosa y cruel maquinaria, sólo le espera el exilio. Y ahí se descubre que Pandora sí, es bosque, pero también mar. Y qué mar.

Uno tan maravilloso como su selva, lleno de hermandad con los animales (las ballenas se llevan una gran y dramática parte de la película), espiritualidad con el agua, que es infinita, maravillosa, inconmensurable. Mágica, como sucede en Pandora. Y con estos escenarios y esta naturaleza, el espectador uno, más allá de la maravilla, se siente parte de una inmensidad que puede y debe cuidar. Dos, también avergonzado de su propia especie. Y tres, tal y como lo quiere James Cameron: con la conciencia suficiente como para hacer algo ahora mismo y preguntarse si queremos que la propia belleza del planeta nos condene a cien años de soledad o al menos, ya como se está viendo y tantas distopías lo han contado, a trasladar nuestra propia miseria a otra parte de la galaxia.

Pero más allá del ecofascismo que se queda en mera lamentación, hay acciones: Disney, para esta ocasión, apoya a The Nature Conservancy, una de las grandes ONGs de conservación del mundo, para proteger la Orinoquía colombiana, precisamente la segunda cuenca más biodiversa del planeta. De esta manera, a través de la campaña Mantengamos nuestros océanos increíbles, cada persona puede crear su avatar y por cada criatura creada hasta final de año, Disney donará 5 dólares a la ONG hasta alcanzar el millón y así alcanzar el objetivo de proteger el 10% del océano para 2030.

Sí: la segunda parte de Avatar refuerza más que nunca nuestro propio sentido de conservación, supervivencia, el hecho de rescatar lo más importante en lo perdurable. Y a través de un nuevo espectáculo de belleza única que la posicionó como la película más taquillera de la historia, con más de 2700 millones de dólares recogidos hasta la fecha, y como un fenómeno cultural donde James Cameron nos sumerge literalmente en un mundo onírico que aún es el nuestro.

Q&A

Tomas Walschburger, asesor senior de Ciencia en The Nature Conservancy.

¿Por qué es importante conservar la Orinoquía?

Llevamos más de 15 años trabajando en la Orinoquía. Y ha sido siempre un ecosistema prioritario para nosotros, aunque no haya estado por sí mismo dentro de las prioridades de la conservación global, pero es un ecosistema único en riqueza de peces, biodiversidad, y es un mundo, como lo muestra Avatar, de agua.

Durante seis meses , la mitad de la Orinoquía se inunda y los humedales son recargados por los ríos. Es un ecosistema también muy amenazado por el desarrollo y al verlo como la gran frontera agrícola del país. Así como la Cuenca del Magdalena, deforestada en un 80% se quiere hacer lo mismo con la Orinoquía.

Esto, sin ninguna política de Desarrollo Sostenible. Y por eso no debemos cometer los mismos errores cometidos con todos los ecosistemas del mundo, comidos por la agroindustria. En Colombia, los ríos están en buena condición, pero con este modelo desarrollista, en 20 años estaremos contando la misma historia y así seguiremos colapsando nuestro planeta, aún más. Y como seres humanos no hemos cambiado ese modelo tradicional.

En ese sentido, ¿cómo aporta Disney con su alianza a su ONG?

La alianza con Disney para nosotros es muy importante, porque creo que Disney históricamente siempre ha tratado de encontrar temas que están relacionados con el ser humano, con su relación, con su entorno y su humanidad.

Acá, con la relación con la naturaleza. Y esta película en ese sentido es muy especial, ya que muestra nuestra conexión con el agua. Y creo que realzar esa importancia es relevante, ya que todos hablan de la Amazonía, del pulmón del mundo, pero los ecosistemas más amenazados son los de agua dulce.

Y transmitir ese mensaje de cuidado del agua como fuente de vida es importante. Así, esta alianza con Disney nos ayuda muchísimo a lograr ese cambio de conciencia colectivo a nivel global.

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