Para los habitantes del barrio La Comuna de Quito la pandemia del coronavirus tiene muchas caras, una de ellas, el hambre, les ha llevado a izar decenas de banderas blancas por sus calles como petición de ayuda a las autoridades. También se han reportado banderas blancas en otros sectores o incluso a las personas portándolas en sus manos.
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«Me dijeron aquí que tengo que poner (la bandera), necesitamos que venga ayuda. La puse porque aquí no se puede salir», dijo a Efe José Acipuela Pantoja, de unos 60 años y veterano de una barriada que se encuentra sobre una de las laderas del imponente volcán Pichincha.
Símbolo de necesidad
En la puerta de un patio-aparcamiento que sirve de taller mecánico, cerrado desde hace mes y medio por la situación de emergencia nacional que vive el país a raíz del coronavirus, Acipuela pide la ayuda del Municipio para llevarse algo a la boca.
«Me dijeron que viene ayuda de alguna parte. Eso dice el vecino de aquí al lado y el vecino de al frente. Me dijeron que ponga la bandera y que espere que ha de llegar, y ahí van a hacerme algunas preguntas», proclama.
Como muchos moradores de este modesto barrio -unos 8.000, según los propios vecinos-, su bandera espera la llegada de alguno de los camiones de asistencia del Patronato San José, fundación de ayuda del Municipio.
Otros la tienen porque necesitan medicinas o algún tipo de asistencia social por ser discapacitados.
«No se cuántas banderas hay colocadas porque no salgo más que a la esquina y me vuelvo», dice resignado este vecino, pero Efe ha constatado alrededor de treinta en apenas cuatro calles del barrio.
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Desde que comenzó la pandemia, el Municipio de Quito ha repartido miles de kits de ayuda por los barrios más pobres de la ciudad.
«Por aquí pasaron hace dos días», confirmó a Efe Jeidi Burbano, de 39 años, casada y madre de dos hijos, una de 14 y el otro de apenas año y medio.
Pero también lo han hecho, por el de Señor de los Milagros, Catzuquí de Moncayo, José Peralta y San José Obrero, y otros.
Costeña de apariencia física, Burbano relató a Efe que en su bolsa dejaron «2 kilos de azúcar, 2 kilos de arroz, 2 latas pequeñas de sardinas y una funda (bolsa) de fideos».
Pero «eso no es suficiente», añade, «si los miembros de la familia son cuatro, alcanzará para dos o tres días». A su juicio, «deberían venir dos veces por semana».
Y el caso de Burbano no es ni mucho menos dramático en comparación con el de otros millones de ecuatorianos que han perdido su trabajo, o peor aun, que viven del trabajo informal y ya no pueden salir a la calle en busca de sustento; no, sin exponerse a una multa.
En Ecuador, un país de 17 millones de habitantes, el 60 por ciento de la mano de obra es «informal», y el decreto de aislamiento del 16 de marzo los ha despojado de la posibilidad de mantenerse.
«Somos afortunados, con mucha gratitud con Dios. Porque con esta situación de que la mayor parte de las personas no pueden trabajar, que mi esposo pueda hacerlo es una bendición de dios», afirma Burbano.
Su marido es guarda de seguridad en una pizzería y gana el sueldo básico, 400 dólares, para muchos, toda una fortuna en los tiempos que corren.
Banderas de colores piden ayudan en Guatemala
Las banderas blancas, símbolo del hambre, empiezan a ondear en algunas fachadas de hogares en Guatemala por falta de alimentos. Además, se ha popularizado con la pandemia el uso de otras colores para pedir ayuda a la comunidad, como la roja que es para los adultos mayores que necesitan medicamentos o víveres; la negra para denunciar la violencia machista a una mujer; la amarilla en caso de niñez maltratada o la azul para hombres violentados.
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