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OPINIÓN: ¿Por qué el gobierno ecuatoriano debería declararse en default?

Artículo de Opinión por Anastasia Vasileuski

Ecuador se ha declarado en default 11 veces a lo largo de la historia, todas ellas trajeron consigo situaciones poco favorables para el país, entonces, si declararse en default es tan negativo, ¿por qué creo que es lo correcto en estos momentos?

Empecemos por definir lo que es un default. Cuando los países enfrentan situaciones complicadas dentro de su economía, y no tienen fondos gubernamentales como para seguir financiando la salud pública, la educación y otros sectores; tienden a emitir bonos en el mercado internacional para obtener un préstamo. Esto les permite continuar con sus actividades operativas. Sin embargo, existen momentos cuando la economía no produce lo suficiente como para poder terminar de pagar el préstamo con sus respectivos intereses. Es entonces cuando un gobierno anuncia públicamente que no puede pagar su deuda y se muestra económicamente insolvente o en default.

Declararse internacionalmente en quiebra tiene muchas repercusiones negativas. Bajo el peor panorama, el default en Ecuador haría que en los próximos 10 años sea casi imposible acceder a un préstamo internacional y si se llega a esa posibilidad, sea a tasas de interés extremadamente elevadas. Además, Ecuador quedaría tildado internacionalmente como un “pésimo pagador” por doceava vez generando desconfianza para muchas alianzas estratégicas internacionales. Podría tener represalias de los países a los que debe; siendo el principal caso de China. Y eventualmente, se podrían expropiar activos en el exterior.

Hay que recordar el suceso del 2008, que agrava aún más la situación. El gobierno ecuatoriano bajo el mando de Rafael Correa declaró a Ecuador en default, lo cual fue absolutamente innecesario, puesto que el país sí tenía fondos para continuar pagando la deuda externa. Un mes después se evidenció que esta era una estrategia. El anuncio del presidente ecuatoriano resultó en una baja notoria en el precio de los bonos y Ecuador hizo la recompra de su propia deuda. Una movida muy poco moral, puesto que años después, este suceso sigue generando desconfianza internacional, y ha sido el punto de inicio a un aumento paulatino del riesgo país. Esta decisión tan poco pensada a largo plazo, hace que hoy sea aún más difícil declarar el default.

Sin embargo, es lamentable decir que es lo único que podría hacerse bajo la situación actual que atraviesa Ecuador. Según el ministro de economía ecuatoriano: Richard Martínez, la deuda externa del Ecuador es de 58 559 millones de dólares. Lo cual representa una cifra alarmante que corresponde al 53,4% del PIB. Más de la mitad de la producción total del Ecuador debe destinarse a pagar un rubro de deuda insostenible. Lamentablemente, el ex mandatario Rafael Correa se olvidó de la importancia del ahorro y de los necesario que es tener “dinero bajo el colchón” por si se llega a necesitar en tiempos de vacas flacas. Todos los fondos de reservas fueron gastados en patrimonio que se deprecia diariamente y no puede sostenerse por la falta de recursos que existen en el país. ¿Cómo se supone que Ecuador va a salir adelante y progresar si es que no tiene dinero ni para otorgar las jubilaciones futuras?

El brote del COVID-19 y el precio de mercado para el crudo, tiene al sector productivo ecuatoriano por los suelos; y los ingresos totales del gobierno no pueden financiar ni siquiera al IESS, mucho menos hay recursos para pagar una deuda externa de esta magnitud. El gobierno ha buscado hacer todo tipo de medidas para intentar enfrentar esta situación, por ejemplo, se buscó eliminar el subsidio a la gasolina para desviar los fondos y reinvertirlos en sectores que necesitan ingresos, pero esta medida tuvo una respuesta muy poco favorable por parte de los ciudadanos, lo cual deja al país sin muchas soluciones.

Es una ecuación básica de contabilidad: para reducir el déficit fiscal se debe disminuir el gasto o aumentar los impuestos. La segunda opción es muy poco viable; aunque se ha buscado imponer impuestos como el cobro de un porcentaje sobre la tenencia de un automóvil, esta recaudación sigue sin ser suficiente para equiparar la falta de fondos gubernamentales. Por el otro lado, disminuir el gasto público no es opción, porque en la actualidad se está destinado todo el presupuesto que está disponible en salud y educación que son instituciones fundamentales. Entonces, ¿qué hacemos si no podemos disminuir el gasto público ni aumentar la recaudación de impuestos?

Sí, es una vergüenza admitir que nos debemos declarar en bancarrota. Sin embargo, no todo es tan malo, el brote de COVID-19 es la excusa perfecta para hacerlo en este preciso momento. Esta puede ser la coyuntura justa para que se refinancie la deuda externa del país, y se llegue a pactar una nueva condición de pago de la misma. Esta decisión es absolutamente necesaria porque ya no existe salida alguna de la crisis en la que Ecuador se ha venido sumergiendo. Será mucho más drástico tomar esta decisión cuando termine la alarma por pandemia; en cambio, si se lo hace ahora, el panorama mundial entiende la catástrofe que el planeta ha atravesado. Tal vez no seamos los únicos que tomemos esta decisión, lo cual hará que esta sea incluso más soportable. Hay que recalcar que el hecho de tener economía dolarizada no traerá agravantes a factores como la inflación, pero sí podría pasar que los activos del país tales como las empresas lleguen a valer menos. No se asusten, que esto termina siendo positivo porque atrae inversión extranjera directa.

Si queremos que Ecuador siga teniendo dinero para las áreas fundamentales, necesitamos parar de destinar un rubro tan alto de nuestros fondos en deuda, y tratar de invertir en sectores que puedan desplegar el crecimiento económico y desarrollo del Ecuador. Si bien, a corto plazo vemos muchas medidas poco favorables, a largo plazo podrían estabilizar nuestro riesgo país. Seguir pagando esta deuda, nos vuelve más y más vulnerables. No quiero decir que declarar el default va a mejorar la situación actual, pero por lo menos se evita que la deuda la siga empeorando. Es el punto de partida perfecto a que se empiecen a tomar mejores decisiones como país orientadas al libre mercado y al desarrollo.

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