La crisis de seguridad desatada en la frontera norte ha llevado a Ecuador a dejar atrás consideraciones ideológicas y volver a contar con Estados Unidos para combatir el narcotráfico y el crimen organizado transnacional.
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La relación en el ámbito de la seguridad entre ambos países se encontraba paralizada prácticamente desde hace una década, cuando se produjo el bombardeo de Angostura de la fuerza aérea colombiana con el apoyo de EEUU contra objetivos de las FARC en suelo ecuatoriano.
La posterior filtración de Wikileaks en 2011 de un cable diplomático confidencial que consideraba generalizada la corrupción policial y motivó la expulsión de la entonces embajadora estadounidense, terminó por aumentar la desconfianza entre ambos países que solo hasta hace poco se recuperó.
«La relación con EEUU en temas de defensa y policial se congeló por completo y la no renovación del convenio de la base aérea de Manta en 2009 terminó por crear un hoyo negro hasta 2017», explicó a Efe el conocido periodista ecuatoriano Juan Carlos Calderón.
Esa medida se enmarcaba en la Constitución de Montecristi aprobada en 2008 bajo el Gobierno de Rafael Correa (2007-2017), que impide expresamente el establecimiento de bases militares o instalaciones extranjeras con propósitos militares.
Pero dejando esos capítulos atrás, esta semana los gobiernos de ambos países firmaron en Quito un convenio de cooperación en materia de seguridad, que estipula la creación de una Unidad de Investigaciones Criminales Transnacionales.
El acuerdo prevé asimismo el establecimiento de canales de cooperación para «optimizar el control de redes delictivas trasnacionales».
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En paralelo, esta semana visitaron Ecuador el teniente general Joseph P. DiSalvo, subcomandante Militar, y la embajadora Liliana Ayalde, asesora de Política Exterior del Comando Sur de EEUU, para mantener encuentros con autoridades del Gobierno y militares ecuatorianos, con «el objetivo de escuchar las ideas y preocupaciones de las autoridades de defensa civiles y militares».
El hecho de que el país andino haya abierto las puertas a una mayor cooperación con los norteamericanos se debe a que en los últimos meses se ha agravado la situación de seguridad en la zona fronteriza con Colombia, donde actúan varios grupos armados ilegales del país vecino, responsables de actividades relacionadas con el narcotráfico y que han llevado a cabo varias agresiones.
Desde enero han muerto cuatro soldados ecuatorianos, tres integrantes de un equipo periodístico fueron secuestrados y asesinados y otros dos civiles secuestrados en acciones atribuidas a una banda liderada por un disidente de las FARC conocido como alias «Guacho».
El convenio con EEUU recoge que ambos países se compromete a un proceso de intercambio de información y experiencias sobre el tráfico de narcóticos, delitos financieros y transfronterizos, que representan amenazas para ambas naciones.
Al hilo de la renovada colaboración norteamericana, Calderón subrayó «uno de los grandes favorecidos con lo que está pasando en la frontera (con Colombia) es EEUU, en el sentido de que Ecuador concluyó su visión aislacionista sobre el tema de drogas».
Defendió al mismo tiempo que Washington tiene sus propios intereses «y son legítimos, pero no pueden ser los de Ecuador», antes de adelantar que han ofrecido que militares ecuatorianos regresen a formarse en Estados Unidos.
Por su parte, el general retirado y doctor en Ciencias Internacionales Paco Moncayo abogó porque las relaciones bilaterales tienen que ser abiertas, incondicionales y no orientadas a individuos particulares, sino que tengan rango de Estado.
«Es obvio que el Ecuador no podía aislarse, la razón de que se haya vuelto a hablar con EEUU es porque los países están enfrentando la amenaza del crimen organizado», que consideró un problema global.
Tachó de «solemne torpeza» el hecho de haber interrumpido la cooperación en ese ámbito durante años, fruto de «ideologías caducas, anacrónicas», y precisó que EEUU puede aportar tecnologías y recursos como parte de un «costo que debe asumir por ser un país demandante de drogas».
El doctor en Políticas Óscar Motero, investigador del Centro de Estudios estratégicos de la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE) de Quito, concluye que la principal vía para combatir guerras asimétricas «depende en un 60 por ciento de la inteligencia, y uno de los países que más claro tiene cómo se mueve el narcotráfico en América Latina es Estados Unidos». EFE
db/cav