"Me dieron de comer cinco semanas por la nariz y al final ya no podían pasar el tubo de la nariz a la garganta a pesar de que lo doblaron y lo retorcieron en todo tipo de formas. En cambio, se subía por la parte superior de mi nariz y parecía que estaba perforando mis ojos…".
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"Fue entonces que me forzaron a abrir la boca insertando sus dedos, cortándome las encías y el interior de mis mejillas… cuando estaba loca de dolor me metieron dos grandes mordazas. Luego siguieron los tubos y presionaron mi lengua hacia abajo con los dedos y me pellizcaron la nariz para debilitar la resistencia natural de mi garganta".
Así fue como la sufragista encarcelada Mary Richardson describió una de las muchas veces que fue alimentada por la fuerza en 1914. Su experiencia fue la de muchas miembros de la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU), fundada por Emmeline Pankhurst en octubre de 1903 en Reino Unido.
La WSPU, con su eslogan ‘Hechos, no palabras’, se convirtió en la más notoria de las agrupaciones de sufragio femenino, y unas mil mujeres de sus filas fueron encarceladas desde 1905 hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914.
La organización buscaba no solo terminar con la discriminación que prohibía a las mujeres su derecho democrático a elegir un gobierno, sino también presionar por reformas sociales más amplias en pos de la igualdad en la ley, la educación y el empleo.
Cuando el liberal Herbert Asquith, un renombrado opositor al sufragio femenino, se convirtió en primer ministro en 1908, la lucha se hizo mucho más difícil.
Vetadas de las reuniones del Partido Liberal, las sufragistas se involucraron en ataques secretos a propiedades públicas y privadas —incluyendo vandalismo en buzones, disparando contra edificios vacíos y rompiendo escaparates en Londres— como una táctica para obligar al gobierno a ceder a su demanda.