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UNESCO reconoce al ‘verdadero’ sombrero de Panamá, el ‘Pintao’

Lo intentó por lustros y ahora Panamá finalmente lo logró: el reconocimiento mundial por su sombrero. Pero, cuidado, no por ese que piensan.

(Arnulfo Franco/AP)

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha reconocido el trabajo de los artesanos panameños para elaborar el que consideran ha sido su contribución al mundo: el sombrero “Pintao”.

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El otro, el llamado “Sombrero Panamá”, ni siquiera es de aquí, sino de Ecuador.

El “Pintao”, declarado hace unos días por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, es de ala circular, finos tejidos y de dos colores extraídos de cinco plantas vegetales y barro. Además, es hecho de manera completamente artesanal.

“No lleva nada (artificial), ni ninguna maquinaria; no existe aquí en La Pintada una fábrica como tal”, destaca Reinaldo Quirós, un artesano y diseñador de 56 años que vende sombreros desde un local en su casa, un negocio abierto por su padre hace varias décadas atrás. “Cada artesano, en su propio hogar, trabaja los sombreros manteniendo las técnicas que les enseñaron sus ancestros”.

La cuna del sombrero es el distrito de La Pintada, en la provincia de Coclé, situada a unos 167 kilómetros (105 millas) al occidente de la capital, aunque ya son numerosas las regiones aledañas que se dedican a sembrar las distintas plantas para elaborarlo, sea para uso familiar o comercial.

Los artesanos preparan las fibras y luego las trenzan para coser de manera circular el sombrero sobre un molde de madera, desde la plantilla, la copa y el ala; de arriba hacia abajo.

En su casa en El Jagüito, un poblado boscoso en las afueras de La Pintada, Pasión Gutiérrez, un campesino de 81 años, tiene sembradíos de agave, bellota y chirná -tres de las plantas utilizadas en la confección del sombrero.

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Gutiérrez vive con su esposa Anazaria y varios hijos en una casa de concreto y techo de zinc en donde todos tejen y cosen sombreros. Una madrugada reciente de luna llena fue a cortar las pencas del agave, de las que saca el hilo para coser la sombrilla.

“Con la luna nueva no sirve”, contó a The Associated Press.
Gutiérrez asegura que ya no ve bien para coser, pero no se preocupa porque su señora, sus hijos y nietos saben hacerlo.

“Los artesanos cultivan las plantas, trabajan las materias primas, trenzan las fibras y confeccionan con ellas este sombrero, que forma parte de una indumentaria de todas las regiones del país en los bailes folclóricos y fiestas comunitarias”, destacó la UNESCO en su fallo para reconocer el “Pintao”.

Los artesanos cortan el cogollo de la palma de bellota –la misma que se usa en la confección del sombrero Panamá– y lo rasgan, aflorando los tejidos amarillentos. Quirós, el artesano, explica que los cocinan en agua al fuego cerca de una hora para luego echarlos en agua fría; preferiblemente usan la de río o lluvia, porque el agua potable contiene cloro y daña la fibra. Luego se ponen a secar al sol por tres días.

Con los tejidos de bellota listos, los artesanos pueden comenzar a tejer. Para pintar los diseños circulares y que le dan el nombre de “Pintao”, se cocinan en agua al fuego las fibras junto a las hojas de una planta que luego meterán en lodo de ciénaga por varios días para obtener el color negro.

Hay distintos tipos de sombreros. Los más finos son los que llevan más vueltas de tejidos y pueden costar más de 800 dólares.

“Usar el sombrero ‘Pintao’ también es una cuestión de estatus”, dice Eva María Tuñón, una maestra de educación pública jubilada y estudiosa de esta prenda artesanal en La Pintada.

Quirós, el artesano, cuenta que en la forma de usarlo se interpretan muchas actitudes: según se acomode las alas del sombrero -hacia arriba, abajo, ladeado- se sabrá si alguien fue regañado, si es soltero, o busca novia, es borracho o sólo mujeriego.

“Usando el sombrero cubriéndose los ojos representa una persona que guarda muchos secretos o que tiene muchas deudas y no se atreve a mirar de frente”, agregó Quirós. “Usarlo un poco más arriba, una persona sencilla, tranquila, amigable”.

Las autoridades estiman que más de 4.000 de los aproximadamente 25.000 habitantes en La Pintada se dedican a la confección y comercio del “Pintao”, una práctica de la que no se tiene un registro preciso sobre sus inicios, aunque algunos artesanos creen que las primeras manifestaciones datan de hace posiblemente 200 años o mucho antes de la independencia de España en 1821.

El otro sombrero, el “Panamá”, ya se conocía para mediados del siglo XIX, y ganó notoriedad cuando comerciantes ecuatorianos los trajeron para venderlos en el Istmo centroamericano durante la fiebre del oro de California, la construcción del primer ferrocarril y del canal interoceánico posteriormente. El presidente Theodore Roosevelt llegó a ponérselo cuando visitó los trabajos en el canal en 1906.

Pedro Mendoza, un artesano de 50 años con un local de venta de sombreros en La Pintada, espera que ahora el “Pintao” se conozca más.
“Muy bueno lo que ha pasado”, dijo sobre el reconocimiento de la UNESCO. “El sombrero para nosotros también es un modo de vida”.

Fuente: AP

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