El presidente Lenín Moreno estudia sus opciones después de la ruptura ocurrida el martes en el movimiento oficialista Alianza País (AP), cuando un sector lo destituyó como presidente del grupo, medida que un tribunal penal dejó sin efecto un día después.
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El martes estallaron las diferencias en AP, que varios integrantes insistían en acallar desde que Moreno inició en mayo diálogos con todos los sectores -la oposición incluida- y que se agudizaron cuando criticó la difícil situación económica que dijo haber heredado de su correligionario Rafael Correa.
Ese día, un sector de AP, entre ellos el excanciller Ricardo Patiño y la expresidenta de la Asamblea Nacional, Gabriela Rivadeneira, cercanos a Correa, echaron mano de un tecnicismo, la ausencia de Moreno durante tres meses a las sesiones del consejo directivo, para anunciar su destitución.
Entre las razones políticas que argumentaron para deponer a Moreno figuró el que supuestamente no ha mostrado coherencia con su plan de Gobierno y proyecto político.
De inmediato, la vicepresidenta encargada de Ecuador, Alejandra Vicuña, y el pleno del Gobierno, rechazaron «la decisión espúrea» de una parte de la directiva de AP y un día después, un tribunal de garantías penales de Quito dejó sin efecto el cese de Moreno.
Y ahí, nuevamente la pugna, pues para Virgilio Hernández, cercano a Correa, exasambleísta en la administración anterior y exasesor de Moreno en la actual, se trató de una «muestra de arrogancia e ignorancia; inconstitucional e ilegal».
Así, la decisión judicial no ha resuelto el problema interno en AP, que atraviesa por una crisis sin precedentes tras una década -con un confrontativo Correa a la cabeza- en la que actuó unida pese a algunas divergencias.
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La llegada de Moreno, exvicepresidente de Correa a inicios de su década de Gobierno, hacía suponer un camino similar en la AP, pero sus movidas políticas han sorprendido tanto al oficialismo como a la oposición y ahora es incierta una posible bajada de la tensión en AP, más aún si se concreta el anunciado regreso de Correa, quien vive en Bélgica.
Pero en el fraccionamiento, en el que unos acusan de traidores a quienes a su vez se sienten traicionados, aparentemente una buena parte del movimiento lo controla Moreno, que asumió el poder en mayo pasado de manos de Correa, y que ha gobernado alejado de confrontaciones y con el diálogo como principal bandera.
Se verá también entonces si se mantienen en AP algunos cuadros o prefieren la desafiliación, si se agudiza la fractura entre morenistas y correístas e, incluso, si aparecen en su seno nuevos líderes con aspiraciones para futuros procesos electorales.
Entre tanto y pese a la división interna, Moreno, para quien es «espeluznante» vivir en una sociedad en la que todos piensen igual, avanza con su propuesta de diálogo constructivo y con su rechazo a líderes que apuesten por la confrontación y la división como práctica política.
Moreno, que tilda de «endogamia verbal pavorosa» al diálogo entre quienes piensan igual, ha aprovechado una comparecencia oficial este fin de semana para pedir a los ciudadanos que «no se peleen por los políticos» pues, en su opinión, «no valen la pena».
EFE
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