El periodista Martín Pallares fue declarado inocente hoy, 3 de julio del 2017, tras la acusación presentada por Rafael Correa, expresidente de Ecuador.
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Pallares a través de su cuenta de Twitter señaló: «La única testigo que presentó la defensa de Correa ha negado que tras su lectura de mi artículo su opinión sobre Correa ha cambiado».
La audiencia se desarrolló en el cuarto piso del complejo judicial de Quito, sin la presencia del demandante. El delito, tipificado en el artículo 396 del Código Orgánico Integral Penal, se sanciona con una pena privativa de libertad de 15 a 30 días.
El encuentro legal se inició entre altercados de simpatizantes de ambas partes. Entre ellos los asambleístas Mae Montaño, Cristina Reyes y Fabricio Villamar. Ambos grupos protagonizaron desmanes, a través de gritos, insultos e incluso empujones.
DENUNCIA DE RAFAEL CORREA CONTRA MARTÍN PALLARES
La demanda fue presentada por el exMandatario por supuestamente haberle proferido «expresiones en descrédito o deshonra», en un artículo publicado el 25 de abril pasado en el portal 4Pelagatos.
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Este último fin de semana, la esposa de Pallares, la periodista Manuela Botero, difundió en redes sociales una carta a Anne Malherbe, esposa de Correa. La misiva dice:
Estimada Anne:
La vi por primera vez una noche que fui como reportera a hacer una nota del Ballet de Alicia Alonso en la Casa de la Cultura. Creo que era el 2008. Desde ese momento, usted se convirtió para mi en la garantía de que Rafael Correa no podía ser un hombre corrupto.
Soy colombo-francesa y como mi padre (colombiano) murió cuando estaba muy pequeña, fui criada en Medellín por mi familia materna, unos franceses que llegaron después de la II Guerra a crear una empresa textil. Me detengo en esto porque usted es belga-wallona, o sea que su casa debía estar relativamente cerca de la de mis abuelos y como yo, debió vivir a través de su familia las secuelas de una guerra que marcó particularmente a la gente de esta parte de Europa que fue ocupada por los nazis. Probablemente su abuelo fue a la guerra como el mío.
Creo que hay éticas que se desarrollaron con la guerra. Por eso siempre he considerado que ser hijo o nieto de la guerra implica una hermandad de valores. Uno de ellos es la austeridad. A nosotros nunca nos dejaron sobrar comida en el plato y jamás nos enseñaron a aspirar a bienes superfluos como carros deportivos o mansiones rimbombantes.
Nos enseñaron sí a respetar al otro fuera quien fuera y a disfrutar de las cosas más sencillas y significativas de la vida: el trabajo, el servicio, la naturaleza, el arte, la vida en familia y la expresión del cariño a través de la cocina. También nos enseñaron que hay cosas que no se transan bajo ninguna circunstancia: como el dinero mal habido, el dañar a otros, el abuso del poder, la indelicadeza con los bienes públicos.
Cuando la vi con sus jeans medio viejos, sus mocasines sin taco y su rostro sin maquillajes como una estudiante universitaria más que entra y sale de ver un ballet, sin pedir ningún trato especial por su envergadura de esposa del Presidente (porque nunca quiso ser Primera Dama), dije “esta señora me cae bien”. Eso sentí al verla: una hermandad de valores.
Usted siguió trabajando, madrugando a despachar sus hijos al colegio, calificando pruebas, mientras su esposo era Presidente. También me caía bien Correa. Cuando comenzó a gobernar sentí que soplaba un aire modernizador en el país. Como ciudadana me dio gusto experimentar que algunas oficinas públicas se hicieron más dignas y eficientes; como periodista de El Universo fui a varias zonas rurales a cubrir sus discursos durante la campaña para la Asamblea Constituyente y me gustó como su esposo se dirigía a la gente de una manera horizontal, aparentemente honesta, con un tono de paciente profesor universitario. Todo esto fue antes de que las sabatinas se convirtieran en esa especie de reality shows de la burla y el linchamiento público a sus opositores (con aplausos pregrabados).
Recuerdo programas sociales destacables del inicio de su gobierno, como el Programa de Nutrición para los niños de 0-5 años y otros emprendidos por Janeth Sánchez, la primera ministra de Bienestar Social, cuando en su gabinete aún habían personas probas y comprometidas. ¿Qué se hizo esa gente?
Le escribo porque soy esposa de Martín Pallares, un ecuatoriano que conocí precisamente en Francia y por quién vine a vivir, como usted, al Ecuador.
Desde hace 10 años yo y mis hijos -que tenían 7 y 5 años en 2007- hemos tenido que soportar todo tipo de burlas, insultos y calumnias de parte de un Presidente de la República con un inmenso aparato oficial a su favor (de propaganda, de fondos púbicos, de guerreros-borregos). Qué absurdo, ¡un Presidente abusando de un ciudadano! “Enfermo, inepto, mentiroso, corrupto, incapaz”, ha llamado a Martín.
Con el paso del tiempo esto comenzó a escalar: el asedio de los trolls, las órdenes directas de linchamiento, las amenazas cada vez más subidas de tono y el despido de diario El Comercio por sus tweets de oposición. Su esposo logró lo que buscaba y como en tiempos del nazismo, una parte de la sociedad agachó la cabeza cobardemente.
Ahora como expresidente su marido ha decidido reiniciar la persecución y al parecer está utilizando a Martín para amedrentar de nuevo y demostrarnos quien sigue siendo el Rey de la “justicia” en Ecuador.
Lo que le quiero decir Anne con esta carta es que una mujer no puede ni debe estar al margen de los actos injustos o ilegales que cometa su marido y en honor a esa ética que creí que nos unía, apelo a usted como ciudadana, como mujer y como madre para que se detenga la persecución, para que Rafael Correa pare de humillarnos a todos, para que pare de lucrarse de personas honestas que viven de su trabajo como lo hizo abusando de su posición cuando era Presidente.
¿Se ha detenido usted a pensar en el daño que su marido le ha hecho a tantas familias?, ¿qué pretende ‘ganar’ ahora con seguir mandando personas a la cárcel y a la bancarrota?, ¿impedir que nuestros hijos puedan educarse para servirle a este país?
Saludos,
Manuela Botero Thiriez