No es una exageración; es la realidad. Comprar algo de comer o de vestir con dinero en efectivo en Venezuela es una incomodidad. Hay que portar con cientos de billetes para poder pagar una factura mediana o pequeña. Es el resultado de la altísima inflación que azota al país caribeño: en 2016 la cifra escaló sobre el 500 por ciento, según analistas y economistas independientes. Otros cálculos menos benévolos advierten que Venezuela está en hiperinflación, pues superó el 720 por ciento el año pasado.
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No hay un dato oficial, pues el Banco Central de Venezuela no publica cifras desde fines de 2014. Su ex presidente, Nelson Merentes, sostuvo que “no queremos que los índices se conviertan en índices políticos que favorezcan a unos y perjudiquen a otros”. Pero, más que un tema político es un asunto práctico. Venezuela es líder mundial de inflación, según reportes del Fondo Monetario Internacional, centros de investigación económica y de agencias calificadoras de riesgo.
En este rubro, Venezuela es secundada por países como Nigeria, Sudán, Siria, Malawi, Bielorrusia, Irán y Ghana. En América del Sur, solo Argentina figura entre las naciones con más alta inflación, aun cuando ya comenzó a descender, mes por mes, según el Banco Central de la nación sudamericana.
«El modelo económico colapsó y mientras no haya un cambio en lo político no podrán verse cambios en las cifras de la economía venezolana».
Son 18 años de controles de precios y de circulación de moneda extranjera en el país, de expropiaciones de fábricas y empresas productoras de alimentos y medicinas, de desmantelamiento del tejido industrial nacional. Y para 2017 las estimaciones de cómo escalarán los precios de los bienes y los servicios en Venezuela se proyectan desde 500 a 1,200 por ciento.
“El modelo económico colapsó y mientras no haya un cambio en lo político no podrán verse cambios en las cifras de la economía venezolana”, explicó el economista José Manuel Puente a una audiencia empresarial, la semana pasada. “Venezuela necesita un plan de ajustes que necesita financiamiento internacional de organismos multilaterales y un cambio en los ejecutantes de la política económica. Sin brindar certezas a los mercados, nadie apoyará al país”, explicó.
Durmiendo con el enemigo
Entretanto, los ciudadanos portan paquetes de billetes para compras y pagos al menudeo. Para grandes transacciones, las transferencias bancarias son la norma, aun cuando comerciantes consultados por Metro señalan que muchos de sus clientes están cambiando sus métodos de pago a operaciones con puntos de venta.
Según datos de la Superintendencia Bancaria, el 58,30 por ciento de los venezolanos pueden efectuar transacciones electrónicas o pagar con tarjetas de débito o crédito. La alta inflación y la inseguridad son factores que exponen los usuarios de estos servicios financieros para optar por ellos.
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El Gobierno reconoció, implícitamente, que debe lidiar con la alta inflación, al ordenar, en diciembre pasado, el cambio del cono monetario. El billete de más alta denominación hasta 2016, el de 100 bolívares, (0,025 centavos de dólar) va a desaparecer progresivamente, para dar paso a papel moneda de 500, 1.000, 2.000, 5.000, 10.000 y 20.000. El Banco Central informó que esta medida buscaba optimizar el manejo del efectivo en la nación. Hasta abril de este año, los venezolanos manejaban dos familias de billetes.
Sin más opciones
“De todas maneras, con los nuevos billetes, sigue mucho efectivo en la calle y tenemos que cargar con él. Con estos precios que suben con tanta frecuencia la gente alterna métodos de pago. No se puede andar con tantos billetes encima con esta inseguridad, todos estamos resistiendo, tanto comerciantes y nuestros clientes”. Así lo explicó a Metro, Eugenio Carrizo, dueño de un expendio de frutas y víveres, en el centro de Caracas.
Expresa que “por supuesto que estamos en hiperinflación y eso le está pagando al bolsillo de la gente. Ahora, me compran menos y no puedo hacer muchas promociones porque mi margen de ganancia baja”.
Para Luz Medina, oficinista de 34 años, “esto es todo un caos, porque confundo los billetes, son del mismo color los viejos y los nuevos, tengo que revisar y contar para pagar transportación pública, recibos de luz, agua y teléfono. Además, hay sitios en donde sólo reciben dinero en efectivo como en los mercados de hortalizas, en los bachaqueros (mercado negro) o en las ventas que organiza el Gobierno, en donde venden comida a precios subsidiados. Todo eso es en cash”.
Considero que sí estamos en hiperinflación, pues todo sube a mucha velocidad y el poder de compra del bolívar es bastante precario».
Otro comerciante, Orlando Vieira, dice que “calcular un costo de reposición de un producto es una tarea bastante cuesta arriba. Todas las semanas suben los precios de los alimentos y la gente se queja. Considero que sí estamos en hiperinflación, pues todo sube a mucha velocidad y el poder de compra del bolívar es bastante precario. No se trata de cambiar los billetes sino de políticas económicas”.
Asegura que desde que en su supermercado, ubicado al este de Caracas, hay punto de venta, “la mayoría de los pagos los recibo por tarjetas de débito y crédito. La gente opta por lo práctico y lo seguro”.
Un prestador de servicio, Winston Hernández, dice no tiene punto de venta portátil, como algunos de sus colegas mototaxistas, “pero recibo pagos vía transferencia bancaria. Tengo confianza en mis clientes y si el costo del servicio es alto, prefiero eso antes de cargar con tantos billetes. No es seguro andar por ahí con un fajo”.
Resiente el hecho de que la comida está muy cara en los mercados formales e informales, “con 4 mil 500 bolívares (1,2 dólares) compro un kilo de arroz, el de café está en 15 mil (3.75 dólares) y ni hablar de los repuestos de la moto. Trabajo muchísimo y los reales (bolívares) no rinden”.
Elizabeth Ostos / MWN