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El cambio climático al que no podremos adaptarnos

Hoy, 22 de abril, se celebra el Día de la Tierra en todo el mundo para sensibilizar la conciencia pública sobre la contaminación. El evento, que comenzó en Estados Unidos en 1970, ahora es reconocido por 192 países.

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Getty Images Getty Images (1545653/Getty Images/Moment RM)

Somos más vulnerables si se habla de Cambio Climático y salud mental. El desastre de Mocoa, Colombia, que mató a 316 personas el pasado 31 de marzo, no solo se debió al abandono estatal. Tal y como lo mencionó la institución ambiental Corpoamazonía en su momento, aparte de la topografía del lugar, la deforestación y la ganadería extensiva contribuyeron que los deslizamientos fueran más destructivos. Y, aunque el desastre se había anunciado hace mucho, fue desoído por las autoridades y por supuesto, la población más vulnerable pagó las consecuencias.

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Pero Mocoa solo es la punta de lanza y las cifras respaldan un fenómeno creciente: según el informe de 2015 de la Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres, nueve de cada diez desastres naturales se relacionan con el Cambio Climático. 98,6 millones de personas se vieron afectadas por el clima ese año y tuvieron que desplazarse o lo perdieron todo.

Eso, por supuesto, aumentó la desigualdad y también la situación de vulnerabilidad y desarraigo como producto de todo aquello. Hace nueve años, hasta 20 millones de personas pudieron ser desplazadas por este fenómeno, que se duplicó en los últimos veinte años, al pasar de 200 desastres naturales registrados anuales a más de 400 al año.

Las secuelas de ser un sobreviviente
Un reporte de 2014 escrito por la Asociación Psicológica Americana, Climate for Health y ecoAmerica mostraba precisamente esas secuelas a largo plazo y esa sensación de incertidumbre que sobrevenían como producto del trauma y del shock.

Por supuesto, todo lo engloba el síndrome de estrés postraumático, que causó varios suicidios por parte de los sobrevivientes del Huracán Katrina, como se mostró en dos estudios de 2008 y 2013. Luego de lo que pasó, el ratio de suicidios se duplicó. Uno de cada seis residentes fue diagnosticado con estrés postraumático. Adicionalmente, el 49% de los sobrevivientes sufrió de trastorno de ansiedad.

Esto pasó también con el Huracán Sandy y con los incendios que azotaron el país. Sin contar lo que pasa cuando el sobreviviente pierde todo lo que tenía antes del desastre natural, como posesiones, trabajos y miembros de la familia.

Completa el cuadro que, al muchas veces los estados no tener la capacidad de atender la salud mental del grueso de la población que ni siquiera ha sido afectada por este problema, el afectado por estas catástrofes naturales se ve relegado a lidiar con las consecuencias de lo que ha pasado en lugares donde no tiene apoyo o sentido de comunidad alguno.

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“Si el Cambio Climático se niega en los gobiernos, no se puede esperar mucho de la gente que aún no entiende el fenómeno natural en toda su magnitud”, explica Manuel Rodríguez-Becerra, profesor de Administración de la Universidad de los Andes y primer Ministro de Ambiente en Colombia.

“El fenómeno es muy segmentado. Sí hay una parte de la población que piensa que el Cambio Climático es un problema y en eso ha existido una campaña exitosa. Pero mucha gente no alcanza a ver los alcances de esto y para los legisladores no incluirlo en la agenda no representa algún costo político”.

Por otro lado, otros estudios revelan que más allá del desastre, las nuevas generaciones se sienten impedidas de cambiar todo lo que sucede a su alrededor, como explicó Glenn Albretch en su estudio de 2011, con el término “ecoansiedad”.

Por eso, de alguna manera, algunas ciudades y comunidades han tratado de incentivar políticas públicas que se incentiven la sostenibilidad y que traten de involucrar a la gente, así sea con acciones cotidianas, en un fenómeno que puede llegar a afectarlos en los próximos años, así sea con detalles cotidianos que puedan pasar inadvertidos.

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