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¿Por qué las parejas terminan en septiembre?

Septiembre es un cóctel explosivo de vuelta al trabajo + regreso a la rutina + fin de la playa + adiós al bronceado + bajada de las temperaturas.

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Eso es, un mes propicio para el bajón. Pero esta puede multiplicarse por mil si incluye una ruptura sentimental. Es decir: si encima de tener 10.000 mails por contestar y añorar la playa como si fuéramos David Hasselhoff, nos cae encima la bomba de “adiós, se acabó, esto ya no tiene sentido”, pues nos venimos abajo, claro. Porque lo cierto es que septiembre es un mes propicio para el fin de las relaciones. Y en El Sextante nos hemos preguntado, ¿por qué? Pues nos lo explica Sara Rasero, psicóloga individual y de pareja.

El verano es una época de cierres

“Es casi más importante incluso que el fin del año”, explica Rasero: “Como cualquier otro final de algo, repasamos donde nos encontramos, ver qué cosas de nuestra vida que ya no nos sirven o ya no encajan con nuestros proyectos o expectativas. Y una de esas cosas puede ser nuestra pareja”. Es decir, que, junto a la cómoda Malm de Ikea o nuestras mechas californianas, puede ser que reparemos en que ese tío que duerme con nosotros ya no nos conviene.

En las vacaciones hay más tiempo para pensar

“Vivimos en una sociedad extremadamente exigente donde cada día nos enfrentamos a una larga lista de tareas por hacer. Casa, niños, trabajo, estudios, citas médicas, actividades, recados… Esta cascada de deberes nos impide darnos un espacio para atender nuestras necesidades más internas y encargarnos de nuestras emociones y problemas personales. La llegada del verano suele coincidir con las vacaciones y eso significa tiempo para pensar. Si llevábamos tiempo sabiendo que algo no funcionaba en nuestra pareja, puede que el verano nos dé para darnos cuenta de que nuestra relación ya no se ajusta a nuestras expectativas y tomemos la decisión de acabar con ella”, asegura Rasero. Así es: en vacaciones cambiamos el icono de whatsapp de la carita con gotita de sudor por el que se pone la mano en la barbilla. Y entonces llegamos a la conclusión de que es el momento de pasar página.

El verano nos recarga la pila para poder dar el paso

“En verano, recargamos las pilas y cogemos fuerza para enfrentarnos a los problemas. Si pensamos que nuestra pareja ha dejado de ser una fuente de satisfacción para convertirse en una fuente de problemas, es muy posible que ahora, con la energía que aporta el descanso y la desconexión de la rutina, sea cuando nos decidamos a dar el paso”, argumenta Rasero. Llegamos a las vacaciones arrastrándonos y, tras un mes de playa y siesta, desembarcamos en septiembre convertidas en Wonder Woman. Y dispuestas a dar carpetazo a quién sea.

Ultimátum veraniego

Según Rasero, septiembre es la fecha límite que se dan muchas parejas con problemas para tomar una decisión. ¿Por qué? “Porque uno quiere pensar que los problemas de pareja tienen que ver con causas externas como la rutina, el estrés, las obligaciones… y desde este punto de vista todas las esperanzas se ponen en las vacaciones, creyendo que la desaparición momentánea de esos factores arreglará automáticamente la relación de pareja. Sin embargo, los problemas en las relaciones sentimentales suelen tener más que ver con cuestiones internas, por lo que la ausencia de tejados donde echar el balón acaba haciendo visible la incompatibilidad de las dos personas y el ultimátum termina en ruptura”.

Pasar más tiempo juntos… es contraproducente

“Tras muchos meses de mirarnos el ombligo, de repente nos encontramos frente a frente con nuestra pareja horas y horas día tras día. No haber cuidado la relación durante mucho tiempo puede poner ahora de manifiesto que ambas personas ya no tienen nada en común, que no se entienden o que ya no quieren lo mismo. Por eso, la vuelta de vacaciones es posible que se contemple la posibilidad de la ruptura”, opina Rasero. Y nosotros que pensábamos que el verano lo salvaría todo…

“Lo que pasa en el verano, se queda en…”

En verano comemos más, bebemos más… y ligamos más. “Eso puede traer consigo canitas al aire, que podrían ser otro motivo de ruptura en septiembre si no tenemos cuidado…”. Dicho de otro modo: si ese rollete de verano se convierte en algo más, la relación peligra…

El ‘efecto escaparate’

“En verano nos relacionamos más. Conocemos más personas de las que normalmente nos rodean en nuestra familia y entorno de trabajo. Esto hace del verano un escaparate de gente que pasa por nuestras vidas, haciéndonos abrir nuestra mente y quizá ver que la persona que tenemos al lado no es tan especial y extraordinaria como pensábamos. Esto puede afectar, sobre todo, a parejas de corta duración, donde el nivel de compromiso es menor y también el conocimiento profundo de nuestra pareja, lo que puede hacer que cualquier otra persona que nos aporte cosas nuevas pueda “reemplazar” a la anterior”, explica Rasero.

El verano, intensificador de emociones

Rasero presenta el verano como una lupa que lo amplía todo: “Si nuestra pareja está en un buen momento, llegamos al clímax: momentos maravillosos, amaneceres abrazados, puestas de sol, promesas a la luz de la luna frente al mar… pero pasará lo mismo si estamos en el otro extremo: reproches, faltas de respeto, aburrimiento, falta de ilusión… que pueden conducir hasta la separación”.

Dicho lo dicho, Rasero recomienda, antes de liarse la manta a la cabeza y tomar decisiones precipitadas, acudir a un profesional terapeuta de pareja: “Puede ayudar a revisar qué pasa en la pareja. Si finalmente la decisión es la ruptura, la terapia puede conducir a un buen cierre que permita que ambos miembros de la pareja tengan un recuerdo con todos los buenos momentos que un día compartieron con esa persona que ya no va a formar parte de su vida”. 

Fuente: Antena 3

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