La candidata Hillary Clinton necesita 90 delegados para completar su nominación a la presidencia de Estados Unidos representando a las filas del Partido Demócrata. En Puerto Rico hay 60 de esas sillas disponibles que, de obtenerlas, sin dudas le ayudaría para consolidar su fuerza frente a su contendor, el senador Bernie Sanders.
PUBLICIDAD
Ese hecho convierte el voto de los puertorriqueños en apetecible para esos dos candidatos estadounidenses, quienes ya han tirado sus cartas sobre el tema de Puerto Rico en el ejercicio ordinario de cacería de votos al que estamos acostumbrados.
Quien gane la nominación demócrata tiene amplias posibilidades de vencer la contienda electoral de noviembre y, por consiguiente, regentar la Casa Blanca por los próximos cuatro años. Tendrá, a su vez, el poder para tomar acción sobre la situación política y económica de nuestro país.
Desde nuestro archipiélago caribeño, las representaciones del sector demócrata se han dividido entre ambas candidaturas. Del lado de Sanders se habla de posturas progresistas, más democráticas y a favor de medidas de mayor justicia social para la ciudadanía estadounidense, mientras se resalta las posiciones que, en referencia al caso de Puerto Rico, ha asumido contra los bonistas y a favor de una reestructuración de la deuda pública.
PUBLICIDAD
Sanders también ha sido locuaz en su oposición a una junta de control fiscal y en expresar su apoyo el reclamo de excarcelación de nuestro prisionero político Oscar López Rivera.
Clinton no. Esta candidata, en cambio, ha lucido más tímida, quizás por escrupulosa o por conservadora. Su discurso procura ser “políticamente correcto” y, en esta recta final, ha intentado poner algunos acentos sobre asuntos de importancia para nuestra nación, como su aislada mención al tema de la reestructuración de la deuda. Y ni hablar de su oposición a la excarcelación de López Rivera.
En Puerto Rico, Sanders ha ganado apoyo entre sectores liberales e independentistas, sobre todo por representar posturas contra las desigualdades que emanan de la contradicción entre el capital y el trabajo. El actual senador ha prometido no gobernar para las oligarquías políticas y económicas, sino para proteger los derechos de todas y todos a una vida más digna y justa.
Ese discurso es seductor para electores puertorriqueños que ven en Sanders un aliado para impulsar medidas que aporten a resolver nuestros problemas fiscales y que, de paso, ponga freno a iniciativas que laceren nuestro ordenamiento democrático.
En tiempos en que se avecina una junta de control fiscal federal que asumirá poder total sobre la Isla y cuyo objetivo, según definida hasta el momento, es establecer medidas económicas austeras que afectarán servicios esenciales de nuestra ciudadanía y, a su vez, garantizar que los fondos públicos vayan al bolsillo de los bonistas, Sanders sugiere ser un aliado simpático.
Clinton, en cambio, no inspira más que la continuidad del modelo proteccionista que favorece los grandes intereses del capital, siendo una figura a quien le cae bien el mote de “la más republicana de los demócratas”, como la han nombrado.
Lo curioso, desde Puerto Rico, es la alineación de fuerzas que han tomado los políticos del patio a favor y en contra de estos dos personajes estadounidenses.
Es contradictorio presentarse en la Isla como defensor de la justicia social, en contra de la junta de control fiscal y a favor de la excarcelación de López Rivera y, al mismo tiempo, levantar bandera a favor de Clinton, como hace parte del liderato del Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista.
Es demagógico, además, asumir una defensa de la candidatura de Clinton y, a la vez, sacar pecho para exigir a la clase política norteamericana medidas más justas para aliviar nuestra crítica situación económica cuando la exsecretaria de Estado estadounidense es, precisamente, la representante del capital en el juego electoral demócrata.
Todavía no se han escuchado a los demócratas de Clinton en Puerto Rico amenazar a su candidata con votarle en contra de no ofrecer alternativas para la solución de los problemas económicos y políticos del país. Están escondiendo el polvo debajo de la alfombra.