Este viernes 6 de mayo de 2016, se entrega la tercera fase de intervención en la laguna del parque La Carolina.
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En la ‘Guía Arquitectónica Ciudad de Quito’ se reseña que el Parque La Carolina debe su nombre a una antigua hacienda colonial y ocupa solo parte de lo que fuera la Laguna de Iñaquito, de la que dan cuenta cronistas coloniales cuando se refieren a un amplia llanura que se extendía al norte de la urbe, en donde se apreciaba un arroyo que corría en medio.
Otros datos históricos de los primeros cronistas españoles apuntan a que “este parque se formó como parte de las tierras en las que el Inca Huayna Cápac mandó a construir dos lagunas para su recreo, una para la caza de patos y garzas y otra de aves. Para el siglo XIX las lagunas se habían secado y quedaban pequeños remanentes llamados totorales, por las plantas que crecían a su alrededor”.
VER: Inauguran laguna del parque La Carolina
En 1939 la mayor parte de la hacienda fue donada al Municipio de Quito por la última propietaria María Augusta Urrutia Barba, quien la heredó de su tía Carolina Barba Aguirre.
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En el Plan Regulador de la Ciudad, iniciado en 1942, se incluían parques como elementos morfológicos de estructuración urbana y es allí donde aparece por primera vez este proyecto.
El autor del plan, Guillermo Jones Odriozola, decía que el centro deportivo ubicado al norte en la planicie de La Carolina tendría canchas, espacios deportivos, hipódromo, estadio y la piscina olímpica en una “magnífica composición de espacios verdes y arbolados coronados por las laderas del Pichincha”.
Para 1975, la Municipalidad manifestó la preocupación de este equipamiento como una necesidad social. Así, el éxito del parque fue tal que para 1980 en los estudios del Plan Quito se incluyó una exhaustiva evaluación de las áreas verdes y se concluyó que el parque acusaba ya un deterioro por la sobrecarga de uso de sus instalaciones; pues estaba al servicio de la población inmediata y general de toda la ciudad.
De las intervenciones efectuadas, especialmente en la laguna de La Carolina, se conoce que en 1999 se amplió y redecoró el estanque y las vías de agua y otros equipamientos como aparatos de gimnasia, arcos de vóley, fútbol y basureros.
De ahí durante largos años el Parque La Carolina ha funcionado como un espacio de áreas verdes y deportivos, como un elemento oxigenador de la urbe que cumple una importante función social. Recién a partir de 1994, con los parques Metropolitano del Norte y Metropolitano del sur, se abrieron otras alternativas recreativas en ambos polos de la ciudad de carácter longitudinal.
Para el Cronista de la Ciudad, Alfonso Ortiz Crespo, el sector de Iñaquito para muchos de los quiteños de comienzos del siglo XX, (incluida su laguna), eran un lugar de paseo para ir a cazar patos. “Mi padre Luis Alfonso Ortiz Bilbao, que nació en 1903, me contaba que de joven él salía con sus amigos a cazar patos en esa laguna que formaba parte de una hacienda eminentemente ganadera”.
Entonces –dice- se supone que a la llegada de los españoles esas lagunas ubicadas al norte de Quito todavía eran absolutamente visibles y evidentes, no eran pantanos, sino verdaderas lagunas con grandes espejos de agua, aquello lo confirman las investigaciones arqueológicas, refiere el Cronista de la Ciudad.