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El terremoto que sacudió a Ecuador, el pasado 16 de abril del 2016, afectó a cerca de 250 mil niños según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Tratar las necesidades de este segmento vulnerable de la sociedad costará cerca de 23 millones de dólares.
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Las necesidades son varias entre ellas: alimentación, salud, vestimenta, vivienda y recuperación psicológica del trauma relacionado con el evento natural. De este último aspecto son varias las instituciones encargadas.
El Ministerio de Inclusión Económica y Social habilitó 39 albergues permanentes y 64 albergues temporales, en ellos habitan 6.804 familias, es decir 29.067 personas. Adicionalmente, la Secretaría Técnica para la Gestión Inclusiva en Discapacidades ha identificado 840 personas con discapacidad, de las cuales 268 están en albergues y 126 con familias acogientes.
En Pedernales uno de los sectores más afectados por el terremoto se levantaron protocolos de ayuda y asistencia del MIES. 49 profesionales: entre psicólogos, maestros parvularios y técnicos, realizaron censos y además implementaron jornadas de apoyo psicológico.
Otra institución que colaboró en la zona de desastre es la Policía Metropolitana de Quito que envió a un grupo de 32 policías rumbo a Chone, San Vicente, San Isidro y Pedernales con la intención de brindar apoyo psicológico a los afectados por el terremoto a través de actividades lúdicas. Caritas pintadas, show de títeres y saltarines para niños son algunas de las actividades que se realizan en la zona del desastre.
Para María Isabel Terán, especialista en lactancia materna y crianza con apego, la base para sobrellevar este tipo de desastres está en la comunicación.
«Es importante cuando el desastre natural ha pasado hablar con el niño de la forma más natural. Debemos usar un lenguaje sencillo, no se deben usar frases extensas ni gráficos que puedan asustarlo. Se puede explicar lo sucedido mediante un cuento, juegos o canciones», indica la especialista.
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Terán pide evitar mencionar al terremoto como un chantaje. «Si no comes habrá otro terremoto», es una frase que jamás deberá ser utilizada.
«El niño puede dibujar lo que siente. Muchas veces no demuestran con palabras sus emociones o temores. Es por eso importante tener alguna interacción lúdica con ellos», aconsejó.
«Las pesadillas son típicas, lo más importante es escuchar al niño y calmarlo. Explicarle las veces que sean necesarias que fue lo que sucedió y por qué sucedió», concluyó Terán.