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La familia Chancai, que perdió a cuatro de sus miembros en el terremoto de Ecuador, ha decidido velar al último de sus fallecidos junto a los escombros bajo los que pereció en Manta, donde la devastación del sismo ha provocado que muchos ritos funerarios se realicen en plena calle.
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Velar al aire libre al hijo menor, de 17 años, es una decisión que los Chancai toman alentados por el daño que han sufrido algunas salas de velación en la ciudad, prácticamente inservibles, y el miedo de la población a permanecer bajo techo por las constantes réplicas.
Como los otros tres miembros de su familia, el benjamín murió el sábado, cuando la tierra tembló con el terremoto de magnitud 7,8.
Esa tarde estaba en casa con su madre, su esposa, su cuñada y su sobrina, de apenas dos años, que quedaron sepultadas cuando la vivienda, de cuatro plantas, se les vino encima.
Solo sobrevivió la madre, que fue atendida por una pierna rota, cuenta a Efe un amigo de la familia que prefiere no ser identificado.
El menor es el último en recibir sepultura tras un rápido proceso de entrega realizado por las rescatistas en Manta, donde han fallecido al menos 95 personas de las 413 que murieron en todo el país como consecuencia del terremoto.
«La tragedia de esta familia no tiene límites, perdieron sus hijos, perdieron su casa, ahora no tienen donde ir», explica el amigo de la familia.
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Junto al ataúd del joven, situado bajo una gran carpa blanca, medio centenar de personas velan el cuerpo y acompañan a la familia, que observa la escena en una absoluta calma, se asegura de que las velas sigan encendidas y de que las flores estén en su sitio.
No faltan niños entre el grupo que vela el cadáver, y el ambiente es sereno pero distendido, gracias en parte a dos músicos que tocan una suave melodía y charlan animadamente.
El amigo de los Chancai asegura que en muchos puntos de Manta se vela a los fallecidos al aire libre ante la escasez de lugares más propicios, y también para evitar que la despedida se prolongue y que, como temen los mantenses, se formen aglomeraciones en el cementerio por la elevada cifra de muertos.
Sin asustarse ante las leves réplicas que siguen esa noche, algunos amigos se acercan para hablarle al fallecido y van a la casa contigua a beber café para aguantar con energía hasta este miércoles, cuando puede que tengan que ayudar a rescatar a más atrapados.