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Los colores pueden explotar en la misma cara cuando uno se atreve a ir a Amaguaña, una pintoresca parroquia en el sur de Quito, donde sus vecinos viven con pasión una peculiar forma de celebrar el carnaval.
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Aunque en la mayor parte de Ecuador la celebración incluye el arrojarse agua unos contra otros, en Amaguaña no sólo el líquido interviene, sino también harinas, huevos, espuma de carnaval en abundancia y polvos de colores.
Anilinas de tonos fuertes, amarillas, celestes, azules, negras y rojas, son el principal ingrediente de la celebración carnavalesca en este pueblito ecuatoriano situado en el sur de Quito y que en esta época pierde su tradicional pasividad para dar lugar al desenfreno.
Aunque también se realizan desfiles de comparsas y carros alegóricos, verbenas y bailes populares, el embadurnarse de colores es lo que motiva a quienes disfrutan del carnaval de Amaguaña.
En principio, el festejo parece agobiar a los incrédulos que, poco a poco se introducen en las acciones para «maquillar» a los otros.
La masa de gente con sus rostros pintados deambula por las calles de la localidad «dando y recibiendo» colores, agua y espuma y mientras más aterrador es el tinte, mejor resulta el festejo.
«El carnaval de Amaguaña es lo máximo, uno se divierte haciendo esto y la gente está feliz», señaló María, una joven que con su familia y amigos, por segundo año consecutivo, viaja a Amaguaña para «pintarse la cara de carnaval».
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Clara, también con el rostro pintado, es una mujer que más bien aprovecha la ocasión para vender las anilinas y la espuma de carnaval.
«Ahí esta bonito», bromea la vendedora al ver pasar a los visitantes pintados sus caras de colores, pero sin perder la sonrisa, pensando quizá vengarse de otro incrédulo.
Los niños, sin duda, son los que mejor se lo pasan con los tintes impregnados en sus rostros y sus cabellos duros por el engrudo que se forma con la harina, los huevos crudos y el agua.
«Después de esto un buen baño caliente para limpiarse y recuperar las fuerzas. En la noche hay que salir» a las verbenas que se organizan en la comunidad, añadió Clara.
El festejo ya tiene más de 60 años, recuerda Guadalupe Sosa, hija de Don Delfín, un entusiasta vecino ya fallecido que inició con el festejo del carnaval de Amaguaña allá por los años cincuenta.
«Realmente es una diversión, algo que la gente ha creado para salir de la rutina, para salir de los problemas», comentó Guadalupe al precisar que el carnaval de Amaguaña dura tres días y concluye siempre en lunes.
Además, en Ecuador se celebra el carnaval de muchas formas, los hay más estilizados como el de Ambato -que se parece al brasileño- y el de Guaranda, donde además del uso del agua para «purificar» el cuerpo, también se consume el «pájaro azul», un aguardiente anisado que sus vecinos creen que «cura el alma».