Las poblaciones situadas en vías comerciales o en rutas de peregrinaje son más vulnerables a las epidemias, según un estudio realizado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, publicado este 6 de marzo en Scientific Reports.
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Los investigadores han analizado las pautas de expansión de la peste negra (o bubónica), una pandemia que arrasó Europa a mediados del siglo XIV y que acabó con la vida de cerca de sesenta millones de personas (entre el 30 y el 50 % de la población europea).
«Es una pandemia que tuvo lugar en un momento de la historia donde las comunicaciones eran frecuentes», lo que permite analizar las redes y desvelar los patrones «con más claridad», según Miguel Verdú, científico del Centro de Investigaciones sobre Desertificación y coautor del estudio.
La desventaja, sin embargo, ha sido «no disponer de fuentes rigurosas sobre mortalidad», lamenta.
La epidemia, que se inició en Asia Central, llegó hasta Occidente a través de la Ruta de la Seda y en 1343 llegó a la antigua ciudad de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea, a las puertas de Europa.
Desde ahí, la peste se abrió paso por todo el continente y llegó a casi todas las poblaciones siguiendo las principales rutas comerciales y las vías de peregrinación.
El trabajo recoge datos de 2.084 puntos de conexión, tanto comerciales como de peregrinación, entre 1.311 asentamientos medievales de Europa, Asia y Norte de África.
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También señala como factor de dispersión las rutas de peregrinación, y es que de esas 1.311 ciudades, 403 estaban conectadas por este tipo de itinerarios.
«Sin duda las rutas de peregrinación también contribuyeron a expandir la enfermedad, aunque nuestros análisis sugieren que fueron menos importantes que las rutas comerciales», puntualiza José María Gómez, investigador de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC y coautor del estudio.
A partir de todos los datos recopilados, ambos investigadores determinaron empíricamente el peso de la ‘conectividad’ y ‘centralidad’ de esas ciudades en relación a la tasa de mortalidad causada por la peste negra, y simularon matemáticamente la frecuencia con que la enfermedad llegaba a las ciudades a consecuencia de su disposición dentro de la red.
«Las ciudades con una posición más central dentro de la red y las más conectadas eran más vulnerables a las enfermedades y sufrieron la plaga con mayor severidad. Además, también eran más propensas a que los brotes se repitiesen por causas externas», precisa Gómez.
Según sus autores, el estudio proporciona un método sencillo para identificar los lugares de riesgo en las redes epidémicas.
En su opinión, concentrar los esfuerzos en los puntos más vulnerables podría ahorrar tiempo y recursos, y mejorar la gestión del control de plagas mortales.
«Vivimos en una época en la que las redes de transporte y la vulnerabilidad de los nodos pueden determinarse de forma más exacta. Es vital comprobar si el patrón encontrado en este estudio para las redes medievales se mantiene en la actualidad», concluye Verdú. EFE