Cuando uno no supera que su pareja le ha dejado o que esa persona con la que se veía de cuando en cuando ya no quiere saber de ella, puede hacer cosas que nunca jamás hubiese imaginado. De esas de arrepentirse a la mañana siguiente, nada más tomar conciencia de lo que hiciste sin ella o de esas que no te atreverías nunca a contar por aquello del orgullo y la vergüenza.
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Sin embargo, no hay por qué alarmarse. Quien más, quien menos (y si no que levante la mano) ha hecho alguna tontería por amor o, por algo parecido a él. O si no ¿quién no se ha pasado un domingo entero viendo películas ‘coñazo’ que siempre ha criticado? O mejor aún, ¿quién no ha escrito alguna vez a las tantas de la mañana, embriagado por el alcohol, a su ex (ex pareja, ex rollo, ex aventura…)?
Ya lo decía el título de una famosa canción de los Arctic Monkeys (publicada en el álbum AM) ¿Por qué sólo me llamas cuando estás ‘colocado’?
Uno de los motivos por lo que hacemos estas cosas, a priori sin mucho sentido, es porque no aceptamos la realidad que nos ha tocado vivir en ese momento. Por ello, es importante aceptar que esa persona ya no quiere estar con nosotros.
«Muchas veces tenemos una realidad tan construida y un futuro respecto a ella, que cuando esa idea cambia y nuestro futuro deja de ser predecible, nos sentimos muy inseguros y perdidos, lo que nos lleva a hacer cosas que no entran en nuestro patrón habitual de comportamiento. Sólo por el simple motivo de que nuestra propia vida ha perdido el patrón que esperábamos. Es decir, el de compartir nuestra vida con esa persona. No podemos saber cómo vamos a reaccionar en una situación hasta que no la vivimos», explica a FCINCO Silvia C. Carpallo, sexóloga y autora del reciente libro ‘Si el amor te dijo no, pregúntale otra vez’ (Ediciones Versatil).
Esto fundamentalmente ocurre «porque seguimos teniendo idealizado el concepto del amor, pensando que el amor es un concepto estable», argumenta Carpallo. Es lo que nos siguen inculcando socialmente y por ello, nos sigue faltando la idea de disfrutar de las relaciones en el momento y afrontar cada circunstancia según se vayan dando.
Pese a todo, añade esta profesional, es importante entender que las relaciones hay que trabajarlas, que van a pasar por momentos difíciles y que muchas veces si ponemos esfuerzo es posible avanzar juntos y solucionarlos. Pero también hay que entender que hay relaciones que ya no nos aportan nada o que la otra persona ha cambiado sus sentimientos y que no siempre está en nuestra mano cambiarlos.
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Otra de las cosas que debemos aceptar es que tenemos emociones de rechazo que tenemos: «Ese sentimiento lo tenemos metido muy dentro de nuestros genes», asegura el coach Enrique Jurado, director de D’Arte Coaching.
«El rechazo cuando somos bebés significa muerte. El abandono significa que nuestro padre o nuestro progenitor, que es el que nos da la vida, el que nos puede amamantar cuando somos pequeños y no nos podemos valer por nosotros mismos, nos deja a nuestra suerte y morimos. Por eso, lo tenemos tan metido que resulta muy difícil eliminar esa sensación cuando somos adultos», explica este profesional.
De modo que, primero debemos aceptar que tenemos esas sensaciones y segundo utilizar nuestro neocórtex, nuestra capacidad de raciocinio, de solventar y aliviar los miedos más profundos que tenemos de supervivencia.
Sin embargo, «a veces las sensaciones y los sentimientos son tan potentes que hace que nuestro raciocinio se vea secuestrado y nos comportemos como verdaderos animales, con los únicos recursos de la lucha, huida o parálisis», mantiene Jurado. Por ejemplo, cuando tomamos algunas copas de más.
En ese caso, explica el coach, «lo que hacemos es perder precisamente la capacidad de razonar, somos únicamente emoción y supervivencia. Por eso, nos conectamos mucho más a ese lado animal, instintivo, esa parte de protección, de ataque de huida, de juntarnos con la manada para sabernos protegidos. Una estrategia fantástica para sentirnos arropados es la posición de víctima. Esa posición hace que a corto plazo la gente nos arrope, pero a largo puede ser mortal».
Al igual que la mayoría de las cosas relacionadas con las relaciones y el amor, las cosas no empezaron ayer (sí, había vida antes de que llegase Internet). Escribir mensajes estando borrachos no es cosa de estos tiempos, sino de mucho antes. Según explica Carpallo, el ‘drunk texting’, o lo que es lo mismo, escribir un mensaje de texto ebrio, deriva del fenómeno ‘drunk dailing’, que antes de que existiera el Whatsapp, era el llamar a esa persona cuando íbamos bebidos, y por tanto, deshinibidos.
Las lista de motivos puede ser interminable, tantas como personas hay en el mundo, sin embargo un estudio ‘Drinking and Dialing: An Exploratory Study of Why College Students Make Cell Phone Calls While Intoxicated’ publicado en 2011 resumió en cinco los motivos (y algunos de ellos no tienen que ver con el amor o con esa persona especial). Porque cuando bebemos nos volvemos más seguros y confiados; por pura diversión o entretenimiento; para saber lo que están haciendo nuestros amigos; por querer tener sexo esa noche; y por supuesto para confesar determinados sentimientos a la persona que queremos.
No cabe duda de que el alcohol nos desinhibe y nos hace parecer más seguros, de ahí que nos ‘atrevamos’ a hacer cosas que nunca haríamos, o que nos resulte más fácil escribir un te echo de menos o un por qué no volvemos a intentarlo.
No se puede negar, olvidar a alguien no es fácil y por ello hacemos cosas que no son quizá del todo muy lógicas, o de las que luego, como hemos visto antes, podemos arrepentirnos. Pero ¿por qué cuesta tanto aceptarlo? Fundamentalmente, por dos motivos.
Según apunta Carpallo, el primero de ellos es porque nosotros seguimos teniendo sentimientos hacia esa persona y no podemos entender que la otra persona ya no los tenga, o que incluso nunca los haya tenido en la misma medida que nosotros. El segundo, puede ser incluso por orgullo, porque sentimos que el abandono es una ataque a nuestra autoestima, que nos están haciendo de menos.
«El amor no es un sentimiento estable, evoluciona y cambia exactamente igual que las personas que lo sienten. Por ello, hay que entender que las relaciones y las personas que están en la misma, van a cambiar con el paso del tiempo, y eso significa que a veces nuestros caminos, expectativas y sentimientos seguirán coincidiendo, y otras veces no», concluye Carpallo.
Fuente: El Mundo.es