El selfie ha sido calificado hasta como el epítome del narcisismo de nuestra generación. Ese concepto es respaldado por expertos que advierten de los peligros de empezar a medir nuestra valía por el número de ‘ me gusta’, sin embargo, estudios encuentran pruebas de que, neurológicamente, recibir un “me gusta” tiene el mismo impacto que recibir sexo oral.
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Pero todo ello puede tener un contrapunto positivo. Por ejemplo: cada vez más, personas con depresión dicen haber encontrado en la toma masiva de selfies una forma alternativa de terapia, detalla el portal web playgroundmag.net
Es el caso de EJ Dickinson, editora del portal estadounidense Mic, que acaba de narrar para la publicación su experiencia lidiando con una depresión severa durante los últimos 5 meses.
No era el primer brote que sufría. La primera vez que Dickinson fue diagnosticada con depresión tenía 14 años y, desde entonces, ha ido reapareciendo en su vida por épocas.
Los síntomas que sufría esta vez no eran nada nuevo: insomnio, ausencia de apetito, llanto constante y, aparentemente, sin motivo y consumo excesivo de alcohol entre semana.
Dickinson se dio cuenta de que lo que necesitaba era distraerse, un hobby fácil que no le supusiera mucho esfuerzo y que, al mismo tiempo que le diera algo que hacer. Algo que le recordara que seguía siendo un ser humano funcional.
Así pues, aunque antes era de las que se reían de los adictos al selfie, empezó a hacérselos ella también y a compartirlos en la red.
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«Necesitaba una distracción, un hobby que no le exigiera mucho esfuerzo»
El objeto de muchos estudios ha sido demostrar que las redes causan ansiedad a sus usuarios. Pero, sin embargo, muchas personas con depresión que han hablado de su experiencia tomándose autofotos afirman haber detectado una mejora en la percepción de su imagen y una mayor valoración de su identidad.
Para algunos, recibir «likes» y comentarios en esas fotos, supone una recompensa a lo mucho que les ha costado salir ese día de la cama, darse una ducha y arreglarse. Para otros es un trofeo, un grito de victoria por otro día ganado a la enfermedad, así como una forma de dejar constancia de que pueden levantarse de la cama, incluso en aquellos días que parece imposible.