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Según el doctor Conrad Murray, encontrado culpable en 2011 de homicidio involuntario por la muerte de Michael Jackson, el músico habría estado enamorado de dos chicas menores de edad. U na de ellas era Harriet, hija de un amigo de él, y la segunda, Emma Watson, la entonces protagonista de la saga de «Harry Potter».
Como parte de su adelanto del libro «This is it», Murray detalla que «Michael se enamoró de Harriet cuando ella apenas tenía cinco años. Cuando cumplió 12 se fijó aún más en ella», y además, agregó que «Michael me dijo que estaba flechado por la actriz británica (Watson)».
«Se había enamorado de ella cuando la vio en la primera película de ‘Harry Potter’ en 2001, cuando ella tenía solo 11 años. Emma era su segunda opción para una boda si las cosas no funcionaban con Harriet«, aseguró Murray.
En otra revelación del médico este detalló que Jackson se inyectaba hormonas desde los 13 años para retrasar su pubertad y mantunar su voz aguda.
«Por lo que me dijo Michael, me dio la impresión de que le habían estado inyectando hormonas, probablemente para retrasar su pubertad. Después de haberme contado por primera vez su secreto mejor guardado, Michael paró de hablar», desvela el médico en un extracto de su libro recogido por el periódico The Mirror.
Precisamente este tipo de procedimiento endocrino es, en opinión del doctor Murray, el motivo principal que explica el estrafalario comportamiento mostrado por el artista en vida y sus extraños cambios físicos.
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«Siempre vi a Michael Jackson haciendo gala de su lado más sincero y honesto. Solo me contaba cosas después de hacerme prometer que jamás se me iba a escapar una palabra. Yo estuve de acuerdo y él habló. Estas inyecciones explicarían el comportamiento inusual de Michael así como sus cambios morfológicos», explica en el libro.
Según la historia que narra el polémico médico en su obra autobiográfica, el cantante era muy celoso de su intimidad y prefirió sufrir en silencio antes que enseñarle a nadie sus pies, que acabaron produciéndole un gran daño debido a una grave infección de hongos.
«Sus pies estaban cubiertos de callos… y tenía una infección de hongos crónica. Resulta que siempre se ponía calcetines porque se sentía muy avergonzado del aspecto de sus pies. Le sugerí que viese a un podólogo. Un día después de que sus pies fuesen tratados, se quedó impresionado de poder andar y bailar sin dolor».
«Después le prescribí medicinas anti-hongos para acabar con el problema. Fue todo un éxito, pero el hecho de que los pies de Michael, algo esencial para él, estuviesen en una situación tan crítica era muestra no solamente de su negligencia a la hora de cuidarse, sino también de lo poco que se preocupaban por su bienestar todos aquellos que estaban a su alrededor», afirma Murray.