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El famoso cuento de Blanca Nieves, fue llevado a la pantalla grande por Walt Disney, en una adaptación de los hermanos Grimm, pero la famosa princesa en realidad existió.
Sin duda, Blanca Nieves y los siete enanos (Snow White and the Seven Dwarfs, 1937), es una de las películas más importantes de Walt Disney Pictures, pues se trata del primer clásico de animación de la compañía.
Estrenada el 21 de diciembre de 1937, la cinta no fue acreedora a ningún premio de la Academia, pero en 1938, le valió a Walt Disney un Oscar honorífico.
El filme es una adaptación del cuento de hadas homónimo que los hermanos Grimm publicaron en 1812, una historia profundamente arraigada en las tradiciones europeas; pero ¿estos hermanos de dónde tomaron la idea de la hermosa princesa y los enanos?
Existen diversos relatos sobre la verdadera historia de Blanca Nieves, sin embargo, fue el historiador alemán Karlheinz Bartel, quien dedico más de 10 años de su vida en intentar llegar al fondo de esto y sus descubrimientos fueron impresionantes.
Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal es el verdadero nombre de Blanca Nieves, y ¡En realidad existió!, se trató de una pequeña nacida el 15 de junio de 1729 en el pueblo de Lohr y cuya vida, cuenta con todos los elementos del cuento, desde la madrastra hasta los siete enanos, claro sin olvidar el espejo.
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Cuando Sophia apenas había cumplido los 12 años, su madre falleció. Dos años después, su padre, condestable del territorio de Kurmainz, se casó con Claudia Elisabeth Maria von Venningen, condesa imperial de Reichenstein. Sin embargo, al parecer la relación entre la joven y su madrastra no era tan mala como la del cuento, si bien la condesa siempre beneficiaba a los hijos de su primer matrimonio y menospreciaba a la verdadera Blanca Nieves.
La pequeña era muy joven, bella y noble, siempre caritativa con las personas necesitadas, por lo que los habitantes del pueblo le tenían muchísimo cariño, y pasaba los días rodeada de niños desnutridos y envejecidos prematuramente por el arduo trabajo que realizaban en las minas de hierro. Estos niños, que vestían largos abrigos y gorros, acabaron convertidos en los siete enanos del cuento.
Y por si fuera poco, dejame decirte que sí, el espejo también existió. Fue un regalo de bodas del padre de Sophia para su segunda esposa, mide más de metro y medio y no habla, pero tiene la particularidad de repetir lo que se diga frente a él debido a un efecto de reverberación.
Finalmente cabe mencionar que un buen día, Sophia falleció. No se saben las causas, pero lo que es evidente es el hecho de que no hubo ni príncipe ni final feliz. Se dice que el ataúd en el que fue enterrada era especialmente distinguido, pues a pesar de que no era totalmente de cristal, poseía algunas piezas talladas por esa industria manufacturera de cristal de la región, que quiso hacerle un homenaje a la joven.