En esencia, es perturbar el aire para que el cerebro capte melodías, armonías, ritmos y matices, pero para cada quien es un arte con significado particular.
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La ciencia ha demostrado que recibir dosis de música tiene efectos positivos en la vida de las personas.
Universidades estadounidenses comprobaron que escuchar música religiosa o gospel mejora la autoestima y la satisfacción de vida de los adultos mayores creyentes, al tiempo que reduce su preocupación en torno a la muerte.
Tener más música en los hospitales podría favorecer la pronta recuperación de los pacientes.
Según la Universidad Caledoniana de Glasgow, “recetar” música podría ayudar a aliviar dolores físicos y emocionales, al acelerar su recuperación.
Otras instituciones han visto que la música baja el dolor y ansiedad de los pacientes conectados a un ventilador, y que mejora la función del tejido del endotelio en quienes sufren enfermedades cardiovasculares.
Una investigación de la Universidad Estatal de Ohio determinó que la educación musical mejora la lectura y las destrezas matemáticas en los adolescentes.