El acceso global a los productos pornográficos ha generado un cambio absoluto en torno a la cultura audiovisual del sexo. Ahora todo el mundo puede disfrutar de cualquier tipo de escenas eróticas con la mayor facilidad desde su ordenador, tablet o teléfono móvil.
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Este hecho ha desembocado en una visión mucho más natural de las prácticas eróticas que se pueden observar a través de la pantalla, hasta tal punto que el consumidor es capaz de pensar en las similitudes y diferencias que estas tienen con su percepción del sexo en la vida real.
Por ello, un estudio ha pulsado la opinión de los consumidores, observando qué pasa por su mente durante el tiempo que emplean disfrutando de las más variopintas escenas carnales. Entre los pensamientos más destacados (además, por supuesto, de la pura excitación sexual), cabe destacar los siguientes:
1- «Esto puedo / no puedo hacerlo yo»
Las comparaciones son una reacción natural del ser humano, que busca sentirse identificado. En los últimos tiempos, con la naturalización del porno, las prácticas que pueden observarse en las escenas son cada vez más cercanas a lo que las personas ‘reales’ pueden practicar en sus domicilios (o en cualquiera que sea su rincón escogido para dar rienda suelta a sus instintos), hasta tal punto que muchos puedan llegarse a ver en condiciones de protagonizar su propia aventura pornográfica audiovisual. Aún así, siempre hay posturas imposibles y rendimientos sorprendentes, y no es malo asumir los propios límites. Todo sea por evitar sustos y lesiones indeseadas.
2- «¿Son reales estos cuerpos?»
Sí, en plena excitación no son pocos los consumidores de porno que se plantean si aquellos individuos que están llevando a la práctica las sorprendentes escenas serán naturales o producto de un cuidado trabajo de quirófano. Si bien es cierto que cada vez abundan menos los cuerpos siliconados y artificiales, las cada vez más exigentes rutinas de gimnasio llevan a observar músculos y formas impensables. Y algunos se entretienen en imaginar cómo se han obtenido…
3- «¿Es el ritmo real o la escena está acelerada?»
Ocurre especialmente con las grandes producciones pornográficas, o con actores y actrices de gran desempeño. En ocasiones, al espectador ‘normal’ le puede parecer imposible emular la velocidad con la que llevan a cabo sus movimientos sexuales. No todas las personas pueden tener la misma agilidad a la hora de efectuar determinadas prácticas. Por ello, cabe como recomendación pensar que, si no se pueden alcanzar ritmos vertiginosos, siempre se podrá compensar con distintas habilidades en ciertas prácticas con las que uno y su pareja pueden quedar más que satisfechos en sus encuentros.
4- El cumplimiento de las fantasías, o la sorpresa de lo inesperado
El más frecuente ejemplo, para muchos hombres, es encontrarse en sus momentos de devaneo sexual audiovisual con una escena de sexo lésbico. Bien sea porque aparezca de repente un tórrido pasaje de estas características en mitad de una película de alto voltaje, o porque en un continuo y efímero visionado de vídeos se llegue a la ansiada fantasía, acaba siendo una sorprendente sorpresa para muchos que mejora todavía más la experiencia.
5- Del «qué pedazo de casa» al «vaya escenario más cutre»
Sí, aunque parezca mentira, hay usuarios que más que prestar atención a lo ocurrido en pantalla, valoran el entorno en el que las imágenes ocurren. Así, en el porno clásico de años atrás, la tendencia era que las grandes producciones se rodasen en mansiones lujosas en las que apreciar el mobiliario o las envidiables piscinas. Ahora, con el porno de Internet, la tendencia es al minimalismo, hasta tal punto que al consumidor le pueda llegar a descentrar la simpleza de ver sus escenas favoritas con una simple cama y una sábana de fondo como escenario.