Hace dos años y medio que el futbolista Juan Alvarenga abandonó su tierra natal en autobús. Aunque su estancia en Quito ha evolucionado paulatinamente, en la actualidad no vive como debería un profesional del balompié.
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El joven caraqueño milita en el Deportivo Quito y en la actualidad “se la juega” entre la cancha y la venta de empanadas para sobrevivir: En las mañanas se dedica a su emprendimiento, en las tardes a los entrenamientos, los fines de semana tiene partido y colabora con ligas barriales.
Desde muy temprano, y con la chompa del club puesta, sale de su casa para laborar en la venta de ‘tequeños’ (palitos de queso y harina de trigo), café y empanadas. En una esquina del mercado Iñaquito estaciona el ‘carrito’ e instala el paraguas para arrancar el día.
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Aproximadamente 15 dólares gana a diario, pero la cifra puede variar. Pues, hace semanas emitió un comunicado aclarando que las ventas en su negocio estaban bajas y por eso se ausentó a algunos entrenamientos con la ‘AKD’.
¿Cómo comenzó tu carrera deportiva?
Comencé a jugar fútbol a los 14 años. Antes me dedicaba al béisbol pero en mi familia todos son futbolistas y quise seguir sus pasos. En Venezuela jugué en el Caracas Fútbol Club, tuve una propuesta de Petroleros de Anzoátegui y también jugué en Margarita Fútbol Club. Lo más importante es que mi madre siempre me apoyó en mi carrera deportiva.
¿Fue difícil insertarte en el fútbol ecuatoriano?
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Me vine de mi país por la madre de mi hijo y expareja. Rechacé una buena propuesta en mi carrera por estar con mi hijo, que es lo más importante en mi vida. Actualmente está en Chile con su mamá y lo extraño mucho. Una de las disciplinas que me abrió las puertas en el deporte ecuatoriano fue el Fútbol 7; me ha ayudado mucho. Jugué en un equipo
amateur de Machachi. Luego, un gran amigo me comentó que en el Deportivo Quito estaban necesitando futbolistas. Durante dos días y entre 40 jóvenes más tuve que pelearme el puesto. Creo que el profe observó algo importante en mí para seleccionarme.
¿Qué tal el trato de la hinchada y tus compañeros del club?
Aún cuando he marcado varios goles y que no hemos perdido ningún partido, a los hinchas les importa más la entrega que dejo en la cancha que mis estadísticas. Por su lado, mis compañeros del club me tratan súper bien; me dicen ‘arepa’ por ser venezolano. También me llevo muy bien con el DT y el cuerpo técnico.
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¿En qué momento se fusionó el fútbol y la venta de empanadas?
Cuando llegué a Ecuador estaba pasando una situación súper fuerte. No tenía trabajo, tampoco jugaba para un equipo. Me iba un parque en el norte de Quito todos los días para jugar y apostar ‘de a dólar’ cada partido. Ese era mi día a día. Lograba obtener entre 11 y 12 dólares diarios. En ese ‘va y ven’ conocí a un gran amigo me abrió las puertas de su negocio y ayudó para trabajar con él y su hermana. Como él también juega fútbol, me llevó a un equipo en La Floresta para que me observaran. A partir de ese momento me llamaban de otros equipos. Ya era conocido por mi apellido. Eso me ayudó económicamente.
¿Es difícil concentrarte en las dos actividades?
Es complicado tener la mente en dos ambientes durante el día. Concentrarme en la mañana en la venta de empanas y en la tarde al fútbol no es sencillo. De hecho, a mi solo me ha tocado elaborar las empanadas. Las dos actividades absorben tiempo y energía. Una vez me pidieron 100 empanadas y tuve que hacerlas yo solo. Fue un hincha que me ayudó con ese pedido. Por el momento es algo que tengo que hacer, porque sería una dicha dedicarme netamente al fútbol pero hasta ahora no me da una estabilidad económica.
¿Cuáles son tus aspiraciones personales y profesionales?
Por ahora no me quiero ir del club porque tengo mucho que entregar. Estamos jugando bien, hemos obtenido buenos resultados y estamos atrayendo gente al estadio. Aunque sí me gustaría subir a un equipo de segunda categoría. Una de las metas personales que tengo es traer a mi hijo a Ecuador. Estoy tratando de convencer a su mamá. Quiero estar cerca de mi pequeño. También deseo tener conmigo a mi familia.