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Futbolistas argelinas se debaten entre jugar o casarse

En su mayoría de origen modesto, las jugadoras consiguieron convencer a sus más cercanos para que aceptaran su pasión por el fútbol, pese a los prejuicios y un reconocimiento económico inexistente.

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En su mayoría de origen modesto, las jugadoras consiguieron convencer a sus más cercanos para que aceptaran su pasión por el fútbol, pese a los prejuicios y un reconocimiento económico inexistente

«A los siete años, tras salir de la escuela, tiraba mi mochila y me iba a jugar al fútbol con los chicos de mi barrio», contó Fathia, centrocampista del equipo de Relizane, una ciudad a 300 kilómetros al oeste de Argelia. Como Fathia, 14 jóvenes que han vivido experiencias similares y no menos excepcionales se reúnen alrededor de su entrenador, Sid Ahmed Mouaz, con la pasión del fútbol como leitmotiv. En 1997, mientras que la guerra civil hacia estragos con alrededor de 200.000 muertos, Mouaz, algunos apasionados del balón y unas futbolistas pioneras crearon el equipo Afak Relizane, al mismo tiempo que los islamistas armados prohibían la práctica de cualquier deporte femenino. Ese año, Relizane salió del anonimato con la peor masacre de la «década negra», que se saldó con más de 1.000 muertos. «Los terroristas me enviaron una carta para exigir que abandonáramos el fútbol femenino. Las chicas fueron insultadas y escupidas a la salida de los estadios. Para los que tienen una mentalidad retrógrada, una chica de buena familia no juega al fútbol», rememoró Mouaz, que se negó a hacerlo. «Vete a casa a cocinar», o «búscate un marido», son algunas de las frases que la mayoría de las jóvenes escucha a menudo. En su mayoría de origen modesto, las jugadoras consiguieron convencer a sus más cercanos para que aceptaran su pasión por el fútbol, pese a los prejuicios y un reconocimiento económico inexistente. En el estadio tienen su pabellón: un dormitorio, armarios, una televisión y un equipo de música. Un cocinero les prepara la comida. Al llegar, reciben la ropa que se seca al aire libre tras un lavado rápido. Sin embargo, el cuerpo técnico les «obliga» a seguir con los estudios, a inscribirse a un curso de formación o les encuentra un trabajo. El balón o el matrimonio Casi todas las mujeres llevan velo en esta ciudad popular de casi un millón de habitantes situada en una región agrícola. «Estoy orgullosa de mi hija, pero estaré más tranquila si deja el balón, se casa y lleva el velo como las otras mujeres de la región», confesó Fatma, la madre de Fathia, jugadora de la selección de Argelia. Viuda y madre de seis niños, habló de su angustia permanente de morir antes de que su hija encuentre un marido. Cada vez que una de las chicas es cortejada por un chico, siempre se repite el mismo refrán: «el balón o el matrimonio». Las jóvenes se ven obligadas a elegir entre el matrimonio, sinónimo de fin de su carrera en el fútbol o la soltería y seguir disfrutando de su pasión. Mouna, atacante, se casará en marzo y abandonará su sueño de jugar al fútbol. «Si hubiera alguna motivación, continuarían jugando de la misma manera tras el matrimonio», aseguró Mouaz. Ningún patrocinador financia al equipo. «No se financia a ningún equipo de fútbol femenino en Relizane», lamentaron varias jugadoras, decepcionadas de ser tan poco consideradas mientras que ellas obtienen excelentes resultados. Apenas 12 euros por partido En estos últimos años, el club ha dominado todas las competiciones nacionales y ha ganado seis Copas y siete campeonatos de Argelia. Los trofeos conquistados están colgados en la oficina del entrenador. «Un orgullo para la ciudad», subrayan algunos residentes. En cambio, cuando juegan en casa, pocos habitantes se desplazan para apoyarlas. Un antiguo wali (presidente de la región) les ofreció un mini autobús, poco cómodo para sus largos trayectos. Seis de las chicas juegan con el combinado nacional, entre ellas una de 15 años. Cuando ganan un encuentro, reciben 1.500 dinares (12 euros), «una miseria», dice Mouaz con rabia. Una victoria en la Copa de Argelia aporta alrededor de 1,5 millones de dinares (12.762 euros) y cero dinares por el campeonato, que es «amateur», por lo que la única recompensa pasa solo por el trofeo. El presupuesto anual acordado con las autoridades locales ronda los 3,2 millones de dinares (27.313 euros). Para su última victoria, el presidente regional (wali) recibió a las chicas para homenajearlas, cuando ellas esperan un gesto financiero en lugar de una bolsa de deporte. Además, la dirección de Afak se esfuerza por encontrarlas un empleo a tiempo completo en función de su calificación. «El amor por el fútbol es más fuerte que la mentalidad retrógrada, pero todo está hecho para romper a este equipo», denunció uno de los fundadores del Afak. Fuente: AFP

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