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Las sabrosas historias en los cien años de la Copa América

Boicots, cambios de formato y de nombres, ha tenido el torneo de selecciones más antiguo del mundo, pero se ha mantenido firme en el tiempo.


Boicots, cambios de formatos y de nombres, interrumpciones prolongadas, dos ediciones en un año. La Copa América, en sus distintas versiones, superó mil obstáculos, pero llegó a cumplir 100 años para convertirse en el torneo de selecciones de fútbol más antiguo del mundo.

Desde aquella primera edición de 1916 en Buenos Aires a la que se está jugando este 2016 en Estados Unidos cambiaron tantas cosas, que cada pequeña historia sirve para graficarlo.

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  1. De la tribuna a la cancha

Hoy es impensado, pero hace cien años, en tiempos de amateurismo, el capitán argentino Alberto Ohaco, autor de un doblete en el debut ante Chile, no pudo disputar por cuestiones laborales el encuentro ante Brasil, por lo que los dirigentes que armaban el equipo citaron de urgencia a Ricardo Naón, un futbolista con pasado en la selección pero que se negó a jugar porque en los últimos dos años no había sido tenido en cuenta.

Ante la obligación de afrontar el duelo con diez hombres, la solución llegó desde las tribunas. Entre los aficionados se encontraba José Laguna, un delantero de Huracán que de inmediato aceptó la oferta. El «Negro» corrió hacia los vestuarios, se cambió y, a los diez minutos de juego, marcó el único gol argentino en el empate 1-1 ante los brasileños.

Ya con Ohaco por Laguna, Argentina no pudo vencer en el partido decisivo a Uruguay, que de esa manera festejó en Buenos Aires su primer título sudamericano.

  1. Árbitro localista

Tan inusual resulta la anécdota como lo sucedido en la edición de 1920, en Viña del Mar, en épocas en las que el dominio rioplatense era abrumador y Chile era el único equipo del Pacífico que participaba de los torneos.

Para dirigir todos los partidos había sólo cuatro árbitros: los locales Carlos Fanta y Rafael Jiménez, el brasileño João De María y el uruguayo Martín Aphesteguy. Agotadas todas las combinaciones, el último partido del torneo entre Chile y Uruguay lo dirigió el chileno Fanta, casualmente el mismo árbitro del partido que disputó Laguna cuatro años antes.

Sin ningún síntoma de localismo y con una actuación elogiada hasta por los visitantes, Fanta superó el examen y no tuvo injerencia en el triunfo uruguayo por 2-1, que le dio un nuevo título a la «Celeste». 

  1. Disfraces de ocasión

La rivalidad en el campo entre argentinos y uruguayos a menudo se trasladaba hacia afuera, con las respectivas dirigencias.

Entre 1916 y 1929, el viejo torneo sudamericano se disputó todos los años, menos en 1918 y 1928. Sin embargo, por el cruce de acusaciones por la final del Mundial de 1930 entre albicelestes y charrúas, el certamen no se disputó hasta 1935, cuando Perú organizó una edición extraordinaria en conmemoración de los 400 años de la fundación de Lima.

No todo fue tan sencillo: por los resquemores entre argentinos y uruguayos, ninguna de las dos selecciones vistió sus colores tradicionales. Mientras los albicelestes fueron blancos por ese torneo, los celestes se disfrazaron de rojo para la ocasión. 

  1. Brasil Xeneize, Venezuela Carbonera

Claro que no fue la única vez que alguna selección no utilizó ni su camiseta habitual ni la suplente. Dos años después, en la vieja cancha de Boca Juniors, fue Brasil la que jugó con una inusual casaca azul y amarilla.

En épocas en las que todavía jugaba de blanco, color que recién abandonó tras el «Maracanazo» en 1950, Brasil se presentó con su habitual uniforme, pero se confundía con el que había salido al campo Chile.

Como ninguno de los dos tenía camisetas alternativas, un dirigente del club anfitrión cedió uno del equipo argentino, por lo que aquel 3 de enero, Brasil le ganó 6-4 a Chile vestido de Boca.

Algo parecido le sucedió a Venezuela en su estreno en un Sudamericano, hecho ocurrido en 1967 en Montevideo. Su camiseta «vinotinto» se confundía con la roja chilena, pero tampoco tenía una alternativa.

La solución la aportó un ordenanza del estadio Centenario, que recordó que en un vestuario se guardaba la ropa de Peñarol. Por eso, Venezuela debutó en los torneos continentales con una derrota 2-0 ante Chile vestido con una inédita camiseta negra y amarilla.

  1. El lado B de la Copa

Como los Sudamericanos crecían en importancia y en interés, la década del ’60 sirvió para que los dirigentes continentales crearan un torneo B, reservado para futbolistas de divisiones de ascenso. 

Entre el 25 de enero y el 5 de febrero de 1962 se desarrolló en Lima el primer Sudamericano de Segunda División, con la participación de los locales, Paraguay, Chile, Brasil y Argentina. 

Tanto Brasil como Argentina, que en realidad estaba conformada casi en su totalidad por jugadores de Nueva Chicago, ganaron sus partidos y llegaron a la última jornada con los mismos puntos, pero los brasileños tenían más corners a favor, el insólito método de desempate elegido.

A primer turno jugaron Argentina y Chile, en un duelo que terminó en escándalo por un polémico penal que pitó el árbitro brasileño Olten Ayres de Abreu y que sirvió para que los chilenos lograran la igualdad 2-2 definitiva.

Un rato después, Brasil se impuso 3-1 al local Perú y terminó celebrando el título.

Dos años después la experiencia se repitió en Buenos Aires, con partidos que llegaron a tener 30.000 espectadores en las tribunas.

Otra vez dominaron argentinos y brasileños, que llegaron con puntaje ideal hasta la última jornada. Un gol en contra del defensor argentino José Bernabé Leonardi a pocos minutos del final motivó el empate 1-1 que le dio el título a Brasil por mejor diferencia de goles.

A pesar del éxito de los Sudamericanos de ascenso, las peleas dirigenciales que motivaron el impasse entre 1967 y 1975 de su hermana mayor, provocaron que la iniciativa no volviera a llevarse a cabo.

  1. Un goleador en apuros

Si bien hay astros mundiales como Garrincha, Pelé, Diego Maradona o Lionel Messi que nunca pudieron alzar la Copa América, el brasileño Ronaldo puede exhibir con orgullo dos trofeos continentales en su palmarés, los dos que disputó en su carrera.

El primero fue en 1997, en Bolivia, donde además fue elegido el mejor jugador del certamen. El segundo fue dos años después en Paraguay, aunque allí tuvo dificultades extras.

Como consecuencia de un medicamento que tomó para evitar sus incipientes problemas de sobrepeso, el entonces jugador del Inter de Milán salía al campo con pañales, de acuerdo a lo que aseguró su entonces entrenador, Wanderley Luxemburgo. 

«Ronaldo ya padecía sobrepeso y tratamos de hacerle perder kilos de todas las formas posibles. El médico le dio un medicamento para tal efecto llamado Xenical, efectivo, pero que aceleraba las evacuaciones. Así, para evitar ‘incidentes’, el jugador se vio obligado a utilizar pañales y eso le avergonzaba», contó el técnico años después.

A pesar del inconveniente, Ronaldo anotó cinco goles en el certamen y compartió con Rivaldo el honor de ser el máximo artillero del torneo.

  1. La copa queda en familia

La «maldición» de la Copa América que persiguió a varias estrellas internacionales lejos estuvo de afectar a la familia Forlán: tres generaciones alzaron el trofeo.

Diego Forlán, el delantero uruguayo elegido mejor jugador del Mundial de Sudáfrica, levantó el trofeo en la edición de 2011, disputada en Argentina.

Su padre Pablo, un aguerrido defensor que brilló también en Brasil, integró el plantel campeón en la edición de 1967, disputada en casa.

Lo más llamativo es que el director de ese equipo era su suegro y abuelo de Diego, Juan Carlos Corazzo, que también era el técnico de la selección celeste que ganó el título de 1959 en Ecuador.

«Este trofeo significa mucho para mí. Mi abuelo ganó esta copa, mi padre también y ahora yo. Son tres generaciones, significa mucho para la familia», dijo Diego Forlán tras lograr el título en Argentina 2011.

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