Por Nick Rose; traducido por Elvira Rosales
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Nadie quiere beber alcohol falso. Es más peligroso y menos rico que el auténtico, lo peor es que también provoca resacas.
Pero los bebedores están dispuestos a pagar por conseguir whisky real, y considerando que las botellas del destilado no son baratas, solo era cuestión de tiempo antes de que los científicos con gusto por el alcohol desarrollaran un método para distinguir los falsos —que son más comunes de lo que pensamos— de los verdaderos.
Según un artículo publicado en el diario Chem, los investigadores han creado con éxito una prueba que puede detectar el alcohol falso.
Durante su experimento, se expusieron 33 whiskys de Estados Unidos, Escocia e Irlanda a una serie de colorantes fluorescentes, referidos como «lenguas», señalaban el tiempo de añejado, el área de origen y el sabor, características que generan un patrón único para cada bebida.
Al repetir la exposición del whisky a los colorantes, los investigadores fueron capaces de elaborar patrones «exquisitamente atinados» para cada variedad y desarrollaron un sistema para identificar el origen, el tipo y la edad de almacenamiento de las muestras usando estas lenguas fluorescentes.
Los científicos parecían bastante seguros de sus «lenguas», aunque no especificaron cuáles eran, declarando que, «Nuestras lenguas no necesitan una preparación de muestra y son iguales o mejores que los métodos de espectrometría de masas más modernos con respecto a la velocidad, resolución y eficiencia de discriminación».
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Los autores de este estudio también declararon que la investigación tiene repercusiones fuera del laboratorio, ya que este método podría tener un impacto directo en la sociedad y la economía, ya que planean «utilizarlo en el futuro para discriminar productos falsos», como perfume y alcohol.
«Para los whiskys lujosos, los precios de venta varían desde los 10,000 hasta 135,000 euros por botella», escribieron. «Con este precio, uno podría preocuparse por la autenticidad del producto, pero también afecta al espectro de baja calidad, donde grandes cantidades de bebidas alcohólicas y productos de baja calidad se venden como whisky escocés».
En otras palabras, no solo hay que cuidar los productos lujosos. Pero, con un poco de suerte, el paladar humano será una cosa del pasado, ya que quizá algún día podamos sacar nuestras lenguas fluorescentes artificiales en el bar y estar seguros de qué estamos bebiendo. Hasta entonces, solo tendremos que seguir teniendo fe en nuestro tabernero de confianza.