Max es seropositivo, Alex no. Comenzaron a salir juntos hace dos años, justo después de que Max supiera que vive con VIH.
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Ambos participaron en un importante estudio sobre la transmisibilidad del virus que demostró que una persona con VIH que siguiera un tratamiento eficaz no podía transmitir el virus a través del sexo.
La pareja ha compartido su historia con BBC Radio 5 con la esperanza de que inspire a más personas a hacerse la prueba y elimine algunos estigmas que todavía existen.
La historia de Max
"Tenía 24 años cuando descubrí que era seropositivo. Fue un shock, un puñetazo en el estómago. Cuando me lo dijeron, me puse a llorar. No sabía qué hacer. ¿Debo volver al trabajo o hacer un parón en mi vida? ¿Tengo que decírselo a alguien? ¿Cómo voy a encontrar novio ahora?
La enfermera de la clínica donde me dieron los resultados me abrazó y me dijo: "No te preocupes, todo irá bien".
Como me hacía la prueba con regularidad, lo descubrí en una fase muy temprana, y eso era una buena noticia porque cuanto antes se comience el tratamiento, mejor.
La medicación contra el VIH funciona al reducir la cantidad del virus en sangre a niveles indetectables. Esto hace que el virus no pueda transmitirse mientras se mantienen relaciones sexuales, incluso sin preservativo.
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Tomar el medicamento que necesito es algo bastante fácil:solo necesito una pastilla al día a la hora de la cena. Pacientes con diabetes tipo 1 requieren cuatro o cinco inyecciones diarias.
Ser seropositivo me ha costado más a nivel mental que físico: la ansiedad que siento cuando tengo que contarle a otras personas sobre mi enfermedad.
Mi diagnóstico se lo conté a mis amigos más cercanos y familiares. La mayoría de ellos respondieron de maravilla, pero no todos me apoyaron.
Un amigo, una especie de mentor para mí, me dijo: "Francamente, no buscaría ni tendría sexo con alguien con VIH. Siempre me quedaría con la duda de si se toman o no sus medicamentos".
Sentí que estaba tachando a las personas con VIH como "imprudentes" y a él mismo como "responsable" por evitar el contacto con personas como yo.
Esta visión surgió en la década de los 80, cuando el VIH se consideraba un fracaso personal o una sentencia de muerte. Las personas aún asocian el VIH con esas imágenes de lápidas en la televisión o con la princesa Diana abrazando a gente con Sida en el hospital.