Ninguna de las más de 52.000 personas presentes en el estadio pudieron creer lo que estaban presenciando.
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Tampoco ninguno de los jugadores del Shakhtar Donetsk, ni siquiera los del Manchester City.
Mucho menos el delantero Raheem Sterling, quien había caído al suelo completamente solo.
Pero el silbato del árbitro Viktor Kassai había sonado y su mano había señalado, sin que le temblara el pulso, la pena máxima.