La isla de Sanibel, un lugar de playas paradisiacas en la costa oeste de la Florida, ofrece por estos días un paisaje desolador.
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Las palmeras, las casas de veraneo y los colores del trópico prometen unas vacaciones perfectas, pero la ilusión desaparece justo al llegar a la orilla del mar.
Ahí, la brisa trae un penetrante hedor a pescado podrido y el agua, que en las guías turísticas se ve de un azul cristalino, ahora tiene un color café cobrizo.
En ella flotan peces muertos que se mezclan entre algas de color pardo en descomposición.
Ninguno de los bañistas que llega al lugar se atreve a entrar al agua.
"Cuando la concentración de marea roja es alta, mata todo", le dice a BBC Mundo Rick Bartleson, científico ambiental del laboratorio de la Fundación de Conservación de Sanibel-Captiva (SCCF, por sus siglas en inglés).
La marea roja a la que se refiere Bartleson es un alga microscópica tóxica, llamada Karenia brevis, que todos los años llega de manera natural al golfo de México.
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Durante los últimos meses, sin embargo, el alga ha crecido fuera de control y está causando un desastre ambiental.
"Este año la marea roja ha estado por encima de todos los registros", dice Bartleson, quien estudia el fenómeno desde hace varios años.
Ha durado mucho más y se ha extendido mucho más de lo habitual.
Esta temporada de marea roja comenzó en octubre de 2017 y se ha expandido por unos 240 kilómetros en la costa.
La situación es tan grave que Rick Scott, gobernador de la Florida, declaró el estado de emergencia en 7 condados.
Al menos 29 manatíes han muerto a causa de la toxina, según datos de la Comisión de Conservación de Peces y Vida Salvaje de Florida (FWC, por sus siglas en inglés). Y se sospecha que la misma ha sido la causa de la muerte de otros 74.