"Lentamente la luz comenzó a apagarse. Recuerdo haber pensado: ‘voy a morir’. Así que solo quería dejar que eso pasara".
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Ese fue el momento en el que la atleta británica Beth Dobbin sufrió un ataque de epilepsia en su adolescencia tan fuerte que la dejó sin poder caminar, hablar e incluso reconocer a su padre.
Luego vinieron años de ansiedad y un severo trastorno por estrés postraumático. "Simplemente, no tenía el control", reconoció.
De allí que coronarse campeona británica en los 200 metros planos el pasado mes de junio y ganar la medalla de bronce durante la primera edición de la Copa del Mundo de Atletismo en Londres este fin de semana, tenga un valor especial.