La trágica forma de su "muerte" recorrió el mundo varios siglos después.
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Desde mayo pasado, las imágenes de un habitante de Pompeya con una piedra gigantesca "incrustada en la cabeza" se convirtieron en un nuevo símbolo de la tragedia por la erupción del Vesubio en el 79 d.C.
Era una roca de más de 300 kilogramos de peso y, según consideraron inicialmente los arqueólogos, había golpeado con una fuerza descomunal el torso del hombre y, probablemente, le había cercenado el cuerpo.
De hecho, ni siquiera habían podido encontrar el cráneo.
Los científicos creyeron que la víctima, que se calcula tenía unos 30 años, intentaba huir de la violenta explosión que ocurría a unos 8 kilómetros de distancia, pero que quizás tenía alguna discapacidad y por eso no había logrado huir.
Sin embargo, nuevos estudios echaron por tierra esta teoría.
Ahora, los expertos creen la muerte del hombre, al que han llamado "el fugitivo", no se debió al impacto del bloque de piedra, como se suponía inicialmente, sino a la asfixia causada por los flujos piroclásticos, una mezcla ardiente de gases venenosos, lava y partículas provenientes del Vesubio, según informó el sitio del Parque Arqueológico de Pompeya.