El sol se estuvo escondiendo detrás de las nubes durante todo el día. Pero a Kenneth Zoll no le preocupaba.
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Frente a unas rocas esculpidas hace cerca de un milenio, el investigador señaló los petroglifos de serpientes, coyotes y ciervos y destacó la existencia de varios círculos concéntricos. Después le dijo a su audiencia de unas 100 personas que prestaran atención a dos rocas encajadas en una grieta.
Zoll repasó con su brazo toda la escena. "Esta -explicó- era la manera de medir el tiempo".
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Como si alguien lo hubiese ordenado, las nubes comenzaron a disiparse unos minutos después. A las 13:40, como si se tratara de un reloj suizo, un rayo de luz se coló sobre las rocas proyectando dos sombras. Durante los siguientes seis minutos, uno de sus bordes de la sombra permaneció estático sobre tres círculos.
La primavera había llegado al Valle Verde de Arizona.
Ese día, 20 de marzo, en los sitios arqueológicos del mundo desde Chichen Itzá, en México, hasta el templo Mnajdra, en Malta, sucedió algo similar.
Las antiguas ruinas alineadas con el sol marcaron los cambios de estación durante siglos.
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Cuando el sol se asomó entre las nubes en el Parque Nacional de Coconino, cerca de Sedona, Arizona, la multitud empezó a murmurar con entusiasmo.
Susie Reed, una fotógrafa local, contó que ver cómo la roca marca el paso del sol sobre el ecuador era algo importante. "Mantenemos viva la energía viniendo aquí", dijo.
Juego de sombras
Hasta la última década, habían pasado siglos sin que nadie notara este fenómeno.
En 2005, Zoll, entonces un voluntario de 57 años de la hacienda histórica V Bar V, detectó que las sombras proyectadas en los paneles de roca cubiertos con más de un millar de petroglifos seguían un mismo patrón.