Cristian* tardó tres meses en llegar a Estados Unidos, aunque dice que tal vez fueron cuatro o cinco.
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No recuerda. Cuenta que hubo días que se fueron muy rápido y otros que duraron mucho.
Cuando tenía 14 años, a inicios de 2017, salió de San Casimiro, un caserío cercano a Metapán, en el norte profundo de El Salvador.
Lo mandaron sus padres, para que se "se salvara" y para que los ayudara después. Dice que eran muy pobres, que había mucha violencia, que pasaban hambre.
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Cruzó dos países caminando o pagando, atravesó selvas, ríos y lagos, montó la Bestia (el tren que cruza desde México hasta Estados Unidos) y finalmente llegó a la frontera.
Estuvo detenido un tiempo y luego lo ubicaron en un albergue en Florida. Un tío que no conocía lo acogió por unas semanas y luego se fue a California solo, donde trabaja actualmente en una granja por US$7,50 la hora.
Como cambió de dirección y estado y no lo reportó ante las autoridades, nunca pudo presentarse antes la corte que debía decidir su solicitud de asilo.
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Ahora, según cuenta en conversación telefónica con BBC Mundo, anda escondido "de la migra".
No es el único.